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La jitanjáfora del ‘simpa’

04/03/2017
 Actualizado a 11/09/2019
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Aunque los integrantes de la llamada ‘banda del simpa’ no se fueran en realidad del Hotel Carmen de Bembibre haciendo la conga, estoy segura de que Rodrigo Rato y Miguel Blesa sí quedaron en la noche de este viernes en algún lugar de la sierra de Madrid -con una vista romántica de lucecitas y pinos- para bailar al más puro estilo La la land tras enterarse de que no sólo no tendrán que ir a la cárcel (al menos todavía) sino que además les saldrá ‘de gratis’.

Y eso que los 12,5 millones que los 65 consejeros y directivos de Bankia gastaron con sus tarjetas black han sido un ‘simpa’ en toda regla en una entidad bancaria cuyo rescate costó 12.346 millones de euros. De espectacular pirueta hollywoodiense ha sido al final el «coste acumulado» del flotador que le arrojó el gobierno al sector financieron español durante los años 2009 y 2015 y que el Tribunal de Cuentas cifraba en 60.718 millones el pasado enero.

Esa rumba nadie nos la devolverá, ya que el propio Tribunal de Cuentas ha reconocido que el dinero no se podrá recuperar «en su totalidad» (aquí risas enlatadas y a arrimarse). Es más, ahora mismo apenas se ha recuperado un 5%.

El claqué que se ha bailado estos años en la política y en los juzgados ha estado lleno de simpáticos autores de ‘simpas’, mientras que el resto del país no hacía más que pagar. De la amnistía fiscal a las cuentas en Suiza, de los sobres con dinero negro a las mordidas por adjudicaciones de contratos públicos, todo ha sido una fiesta hasta altas horas de la madrugada, como la que se celebró en El Rincón de Pepín de Ponferrada, el otro restaurante ‘famoso’ estos días en el Bierzo por otro simpa masivo.

Para que después, cuando sus responsables pasan ante el juez, haya que escuchar excusas tan raras que suenan a jitanjáfora, ese ‘lenguaje’ creado con palabras inventadas y carente de significado que a veces creemos que solo usan los niños como juego. Al menos yo, digan lo que digan estos trileros en el banquillo, apenas entiendo un mensaje: «Aserejé ja dejé, dejebe tude jebere, sebiunouba majabi, an de bugui an de buididipí».

Mi única conclusión: aquí hay tomate, aunque parezca ketchup.
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