Angel Suárez 2024

La cuestión catalana

04/10/2015
 Actualizado a 19/09/2019
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Imagínese que desde la cuna le han repetido un millón de veces que la causa última de sus problemas y frustraciones es la pertenencia al Estado español. Se lo han explicado en el colegio, se lo han repetido en el instituto y no digamos en la universidad, se lo cuentan en todos los canales de radio y televisión que le permiten sintonizar, en los campamentos de verano, en el fútbol cuando gana el Madrid. Si se queda sin trabajo, o cada vez que se encuentra con una lista de espera en el ambulatorio o se cierra una planta del hospital, cuando se desespera en un atasco o el tren llega con retraso: claro, si no hubiera que financiar a los andaluces y a los extremeños otro gallo cantaría.

Imagínese además que los partidos nacionales nunca le han planteado la versión contraria. Nadie le ha dicho en qué medida el tejido industrial catalán existe gracias al mercado español, ni ha movido un dedo por defender a los que resultan discriminados y excluidos por no hablar catalán, ni le ha hablado de la falsificación de la historia que le han hecho tragarse, ni de los miles de millones de euros que inyecta Madrid a las arcas de la Generalidad a través del Fondo de Financiación Autonómica y que se van en embajadas catalanas y subvenciones absurdas, o directamente al bolsillo de los ladrones megalómanos que tiene por padres de la patria catalana. Todo lo contrario, los líderes de los partidos nacionales se han apresurado a ceder competencias sin límite, le han transmitido, en Madrid y en Barcelona, que es usted titular de hechos diferenciales, que está en el centro de la «cuestión catalana», que sus problemas no son como los de los demás españoles, requieren una atención especial y seguramente una reforma constitucional.

Y ahora, una vez puesto en situación, piense qué hubiera votado usted y qué resultado hubiera sido esperable en las elecciones del pasado domingo.

Pues bien, más de un 52% de los catalanes ha votado no a la independencia. Si los medios de comunicación al servicio del separatismo aún pueden disfrazar este estrepitoso e incomprensible fracaso, es exclusivamente porque «el sistema que nos hemos dado» en la «modélica transición» es tan esotérico que otorga a una minoría del 47% una mayoría holgada en escaños.

El problema de nuestros compatriotas en Cataluña, la auténtica cuestión catalana, no es sólo el totalitarismo separatista y el abandono de los partidos nacionales, especialmente repugnante en el caso del PP, también es el de las reglas perversas de nuestra democracia representativa.
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