30/08/2015
 Actualizado a 12/09/2019
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Pues señor, resulta que la semana pasada Cristina Fanjul, una buena periodista del Diario de León, dedicó su columna a los animalistas, y miren por dónde, decidió libremente ponerlos a escurrir. A las pocas horas, esa especie de Sálvame universal que son las redes sociales ardía exigiendo la cabeza de Cristina, a la que se injuriaba de todas las formas imaginables, y para la que se pedía que se la privase de libertad de expresión, que se la cesase de inmediato, y hasta que fuese toreada en la Plaza del Parque. Incluso leí en Facebook un comentario de un chalado estalinista, por supuesto anónimo, que decía que a esta periodista «habría que seguirla de cerca» ¿Para qué? ¿Quién la va a seguir de cerca? ¿Convendría que pidiese protección a la subdelegada del Gobierno? Y cuando ya habían practicado con la pobre Cristina toda clase de desahogos verbales, van Juanmari Campal y su gato Jotacé, que ambos firmaban la extensa réplica, y le citan a Sartre. Y eso ya no, una cosa es quitarle el pan de sus hijos o fusilarla al amanecer y otra utilizar recursos tan desproporcionados.

Porque aunque no lo crean, Cristina no defendía en su artículo que se torturase a los gatitos, sino que se limitaba a señalar la incoherencia del pensamiento de algunos animalistas – subrayo lo de algunos– tan sensibles y empáticos con los cuadrúpedos como indiferentes con sus semejantes. Con los nacidos, claro, de los que aguardan en el vientre de su madre ni hablamos. Es verdad que la columna era áspera, pero creo yo que los epítetos de Cristina no serían tan duros como la pedrada que hace quince días le propinaron los animalistas en toda la faz a una pobre mujer de 60 años que acudía a ver los toros en Valencia.

A mi modo de ver el periodismo de opinión es un género literario que aborrece tanto el estilo académico como la asepsia informativa. Su finalidad es la de abrir debates y confrontar puntos de vista, y para poder hacerlo en sólo 2.500 caracteres, espacios incluidos, hay quien se permite la licencia de extremar sus expresiones. Personalmente procuro no hacerlo, o hacerlo ofendiendo lo menos posible, pero en este caso habrá que reconocer, al menos, que Cristina no sólo ha conseguido que se debata sobre el tema de su columna, sino que además ha hecho que se les vea el plumero radical a ciertos licántropos con piel de cordero que se ocultan entre las filas animalistas.
Y este articulillo, Juanmari, lo escribí solo, mi gato Melchor, al que quiero muchísimo, no lo firma porque es un gato.
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