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El trofeo de San Bartolo

22/05/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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Me recuerdan cuando en uno de los años de mayor sequía los mozos del Club Deportivo San Roque de Secos del Porma lograron después de muchos años ganar el partido de las fiestas de San Bartolo.

La alegría fue generaliza en el pueblo, aquello iba a ser muy bueno para Secos, decían todos, aunque no faltaron los que dijeron que aquello estaba bien, pero que ahora había que ver si eran capaces mantener la corona durante varios años como habían hecho antes los vecinos de Santa Olaja, el eterno rival, o si por el contrario el próximo año volverían a ser los perdedores.

También hubo quejas porque del pueblo como tal había muy pocos jugadores y casi todos los había elegido uno que entrenaba en la capital y que, decían, solo quería llevarse a los buenos para allí. También hubo pique entre los vecinos que ese año aparecieron por el teleclub después del partido a celebrar la victoria y fueron reprehendidos por los fieles, recriminándoles que ahora que ganaban «sí que les gustaba el fútbol».

El alcalde del pueblo era de los que estaba más contento porque por unos días las obras de la plaza quedarían en segundo plano y no le darían la turra con si estaban bien o mal. Por su parte, los luchadores del pueblo se alegraban de la victoria, pero sabían que el próximo año iban a contar todavía con menos apoyo porque gran parte de la partida iría para los campeones, a pesar de los grandes resultados que ellos habían conseguido durante años. El fútbol es el fútbol, les explicaban cuando se lamentaban.

Todo eso ocurrió cuando el Club Deportivo San Roque ganó el trofeo de San Bartolo. Todo eso y mucho más. Me lo contaba mi estimadísima tía Erótida que tenía una teoría para estas cosas. Decía que los grandes campeones solían salir de los lugares con mayor miseria, que cuanto peor estuviera un pueblo mejores serían sus atletas.
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