El pan

El pan ya no es un alimento de primera necesidad en España. Me atrevo a decir que nadie come pan para quitar el hambre, pues para eso tenemos una larguísima variedad de alimentos, y muchos incluso más baratos. Con la variedad de alimentos que hoy están al alcance de la mano y de la boca de casi cualquiera, se pude conformar una dieta equilibrada y variada sin acudir a la panadería. Los que hoy día comemos pan, es porque nos gusta, porque nos apetece, lo hacemos por el placer de comerlo, y muchos lo hacemos atrapados por un hábito que casi es un vicio. Para la mayoría de los leoneses, y sobre todo los del medio rural, si nos quitan el pan, nos arruinan la comida, y de poco sirve que el resto de los platos sean «gloria bendita». No sabemos comer sin pan, y bien que me alegro de eso, porque reivindico el derecho a comer pan por placer. Claro que una vez esta defensa genérica del pan, hay que diferenciar tipos de panes y hay que diferenciar la mano que tienen unos panaderos con la que tienen otros, pues no hay dos panes iguales. Yo soy de pan de hogaza, y a ser posible de las grandes, de esas que están más ricas el segundo día y el tercero que el primero. Quién no haya probado que es así, le animo a que lo experimente comprando una hogaza de pan mañana sábado y que la estire todos los días de fiesta, incluso para el día de Navidad que como es habitual no se despacha en las panaderías de barrio. Para los que comen pan por obligación, o para los que les gusta cualquier tipo de pan, pueden seguir con las barras, bollos, o esos engendros horneados que venden en las gasolineras, es la forma de que las hogazas no se agoten para cuando vamos a comprarlas los verdaderos entusiastas del buen pan. Un pan, el de León, que es de lo mejorcito que podemos ofrecer a los miles de turistas que esperamos para el 2018, ya en puertas, cuando León ejercerá el reconocimiento de capital española de la gastronomía. Buen trabajo el de los panaderos, sin meter ruido, sin hacerse los importantes, trabajando cuando los demás dormimos.