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El olvido que seremos

13/11/2016
 Actualizado a 18/09/2019
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De no haber muerto prematuramente, el pasado 9 de noviembre habría cumplido noventa años Jesús Fernández Santos, el narrador leonés más popular y prolífico de la última mitad del siglo XX, hoy olvidado casi del todo, principalmente por los leoneses. Y ello a pesar de que Fernández Santos situó gran parte de sus novelas y sus relatos en la provincia, que recorrió y conoció como pocos y a la que se mantuvo fiel durante toda su vida, llegando a comprar incluso un molino en el pueblo de su padre (Jesús nació ya en Madrid) para pasar en él largas temporadas.

Cinco de sus novelas y muchos de sus relatos se sitúan en territorio leonés, la mayoría de ellos en ese valle alto del Curueño en el que transcurrió su infancia en una época, la de la guerra civil y la inmediata posguerra, que dejaron en él su impronta de dolor y desolación como en tanta gente. En Cerulleda, el pueblo de su familia paterna, situó su primera novela, ‘Los bravos’, y su libro de cuentos ‘Cabeza rapada’, crónicas de la degradación moral de una colectividad rural encerrada en sí misma y desconfiada de todo que inauguraron el realismo social en la novela española de los cincuenta, y en diferentes lugares del río Curueño situó ‘La que no tiene nombre’, que entrelaza la leyenda de la Dama de Arintero con la de los huidos republicanos de la posguerra, ‘Los jinetes del alba’, narración en el entorno de las Caldas de Nocedo y de la ermita de San Froilán de Valdorria del estallido de la contienda civil, o ‘Balada de amor y de soledad’, que sería su epitafio literario y que anticipa el extravío del propio autor por las nieblas de la memoria y de los montes de Vegarada y Aller en la figura de un químico que los recorre buscando sentido a su propia vida. ‘El libro de la memoria de las cosas’, novela con la que obtuvo el Premio Nadal, se inspira en la huella casi perdida que un grupo de protestantes dejaron en la zona de Jamuz y de Peñalba y que Jesús Fernández Santos conoció haciendo un documental en su faceta como realizador de televisión.

Coincidiendo con el noventa aniversario de su nacimiento, la Casa del Lector en Madrid, que dirige el exministro de Cultura César Antonio Molina, prepara un homenaje al novelista de Cerulleda. Que yo sepa, en León nadie prevé hacer lo propio, cosa que no me sorprende. Hace ahora tres veranos, con ocasión del 25 aniversario de su muerte, el Ayuntamiento de Valdelugueros le puso una placa en su casa-molino en un acto al que no tuvo bien acudir ningún representante de la cultura oficial provincial, ésa cuyos presupuestos se van en pagar a los funcionarios que viven de ella. Y que tanto presume de los escritores leoneses.
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