03/02/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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El anuncio de la multinacional Hopsteiner de exigir a los productores de lúpulo un cambio de variedades, a la par que un nuevo sistema en el proceso de secado del producto, lo que acarrea fuertes inversiones y dos años improductivos, hace pensar que estamos en puertas a una nueva reconversión del sector. Sin duda varias decenas de productores decidirá abandonar el cultivo, y lo hará aquellos más minifundistas y quienes tienen una edad que no le va a permitir amortizar lo invertido. No digo yo que lo que pide la multinacional comercializadora del lúpulo no sea razonable, ni va a ser esta la primera ni la última reconversión que se ha vivido en el sector agropecuario leonés, pues incluso los lupuleros tienen experiencia al respecto. Pero la especificidad de este cultivo y todo el entorno que le rodea hace que haya dudas sobre si esta reconversión, que reducirá el número de cultivadores, va a mantener el volumen de negocio actual, es decir, las hectáreas cultivadas y la producción obtenida, y más dudas sobre la posibilidad de aumentar la dimensión convirtiendo a nuestro país en autosuficiente e incluso en exportador. Y aunque he dicho entender los cambios que propone Hopsteiner implantando variedades más comerciales y exigiendo mejoras tecnológicas, también hay que decir que para pedir tanto hay que estar dispuestos a dar algo a cambio. Y si no se contempla apoyo económico directo a tanta inversión como se exige, al menos debería de plantearse en un contexto de contratos de compraventa a largo plazo con un precio cierto que permita la viabilidad del negocio. El lúpulo es más que un cultivo en la ribera del Órbigo, pues es casi la única fuente de ingresos, la principal actividad económica, en unos pueblos cuyos jóvenes se ven obligados a buscarse la vida en León o más lejos porque allí no hay industrias ni empresas de servicios. Espero que los alemanes se hayan dado cuenta de esto y que hagan compatibles sus intereses con los nuestros, que no debe ser tan difícil.
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