El apogeo y la caída de un lugar para vocaciones muy diferentes

El Seminario San José de La Bañeza, que tuvo sus años ‘dorados’ y sus tiempos de declive, vuelve a ser noticia... por un escándalo

Pedro J. Abajo
01/02/2017
 Actualizado a 18/09/2019
Una de las aulas del centro de formación que dio servicio a la Diócesis de Astorga.
Una de las aulas del centro de formación que dio servicio a la Diócesis de Astorga.
Mientras La Bañeza termina de asimilar la noticia de que la Iglesia Católica ha incoado un expediente a un sacerdote diocesano que en su día fue profesor del Seminario Menor San José y al que se ha apartado del cargo por la presunta comisión de abusos sexuales a menores de edad, el primer escándalo sobre pederastia investigado por la Santa Sede que trasciende en Castilla y León, en la comarca se multiplicaban los comentarios y anécdotas sobre el centro de estudios promovido por la Diócesis de Astorga en la capital bañezana.

Aunque los orígenes del Seminario de La Bañeza se remontan a principios de los años 40, cuando el Seminario Diocesano de Astorga se había quedado pequeño para acoger a tantos niños y jóvenes como llamaban a sus puertas, no fue hasta el 6 de noviembre de 1946 cuando se hace pública la noticia de la construcción del edificio y un mes más tarde cuando el Ayuntamiento de La Bañeza oficializa la cesión de los terrenos para el inmueble y los accesos.

Después de tanto tiempo hay alumnos que disfrutan reuniéndose cada año y otros que no quieren oír ni mencionar el seminarioTras varios años de obras, el 15 de octubre de 1961 se abre a la docencia el Seminario Menor San José y tres años más tarde se produce la inauguración y bendición solemne de las instalaciones a cargo del entonces Nuncio de Su Santidad en España, Monseñor Riberi. Aquella no fue la única visita de altura en el centro de estudios y el 19 de marzo de 1975, el representante de la Santa Sede en nuestro país, Monseñor Luigi Dadaglio, llegaba a La Bañeza para bendecir las obras de ampliación en el centro.

Aunque inmortalizados en imágenes en blanco y negro, eran los años dorados del Seminario San José, con más de 600 alumnos en el curso 1964-65 y todos los reconocimientos institucionales a su alcance y alguna distinción. Otra cuestión eran las vocaciones sacerdotales, puesto que de los miles de alumnos que pasaron por sus aulas apenas sesenta alcanzaron la meta final del sacerdocio antes del año 1986, cuando el declive del centro era más que evidente.

Entre mediados de los 80 y la década siguiente, con una pérdida importante de alumnos cada curso, se fue dando traslado de todas las funciones formativas del centro al Seminario de Astorga y se empezó a fraguar la cesión de las instalaciones del Seminario Menor San José a la organización no lucrativa Mensajeros de la Paz, que lo ha transformado en una residencia geriátrica. Durante los más de treinta años que estuvo abierto como casa de formación, sesenta y cinco sacerdotes dedicaron parte de su vida al seminario y por sus aulas también pasaron decenas de profesores seglares y colaboradores en la docencia.

A día de hoy existen algunas asociaciones y grupos de amigos que en su día fueron compañeros de aulas en el Seminario Menor y que cada cierto tiempo se reúnen en una jornada de convivencia. Como la organizada en agosto del pasado año, coincidiendo con el 55 aniversario de la inauguración del centro, y donde los que mejores recuerdos guardan de la casa comparten misa, mesa y experiencias. Posiblemente, grandes experiencias de una etapa de su vida en la que se dibujó lo que son actualmente.

Pero aparte de ese medio centenar de camaradas que se reúnen cada cierto tiempo para volver a disfrutar de aquellos momentos –varios con alzacuellos o parroquias a su cargo–, hay muchos hombres que en su día fueron seminaristas del San José y que treinta o cuarenta años después no quieren ni oír mencionar el lugar donde sus padres les dejaron un día con la mejor intención –y un sustancioso presupuesto– porque de allí iban a salir con clériman y una brillante carrera religiosa por delante.

Padres que aunque no pensaran en tener un hijo obispo, ni siquiera cura de pueblo, ponían sus esperanzas en conseguir «hombres responsables y capaces de desempeñar con acierto cualquier misión que la vida les pudiera encomendar», tal y como recogía su doctrina, tras abandonar aquellas paredes que, como se ha puesto de manifiesto dos décadas después de pasar a ser historia guardan importantes secretos que tal vez justifiquen tantas vocaciones frustradas; tantos antiguos alumnos que no han vuelto a pisar una iglesia porque en ese lugar de La Bañeza encontraron una vocación muy diferente a la pretendida.
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