Imagen Juan María García Campal

Desmesurada adjetivación

05/04/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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No teman, no escribiré del que es «modo de adjetivar peculiar de un escritor, de una época, de un estilo, etc.», tampoco del desusado significado de adjetivar como «concordar una cosa con otra» pues es cosa que exigiría una mínima voluntad y reflexión y una máxima paciencia si se procurara con otros, sino que titulo así mi texto en referencia al que considero es uno de los vicios patrios: la desmesura en el uso de la adjetivación a la hora de referirnos a los actos, ya no digamos intenciones, de otros y –saltando equinamente cualquier argumentación–, reducir las, supuestas, ideas discursivas a un adjetivo por lo general, contra lo que se pudiera pensar, descalificador.

Así, a raíz de la, en mi libre opinión, desmesurada calificación y condena por la Audiencia Nacional a la, por voluntad, ciudadana Casandra Vera por sus ‘tuits’ –más difundidos por el efecto mediático de la sentencia que por la propia causa, pues contaba la acusada con 4.478 seguidores en Twitter– relativos al que fuera primer presidente del Gobierno del general superlativo y caudillo patrio por la gracia de dios, –ahí es nada–, el almirante Carrero Blanco. Así, digo, he visto cómo el rico vocabulario de nuestra lengua materna y toda su capacidad discursiva o argumentativa se vio –en la mayoría de los foros o debates que visité, no sin cierta voluntad de observación–, reducida a, o generosamente acompañada de epítetos más apropiados para la provocación y el desprecio del otro que para una conveniente y argumentada defensa, bien de la sentencia, bien de la libertad de expresión consagrada en el artículo 20 de la Constitución y, en mi libre opinión de nuevo, reducida por posteriores leyes (LO2/2015 y LO5/2015) o lo que es peor por su desmesurada interpretación. Obviaré el redivivo recuerdo del Tribunal de Orden Público de triste memoria y no traeré a colación como apoyo a mi apreciación de desmesura penal ni los numerosos ejemplos de chistes habidos en esta España suya respecto al mismo acto terrorista, ni el acertado criterio de Lucía Carrero Blanco. Para estas cosas, se sabe, también soy volteriano: no defiendo lo que dijo –me parece extemporáneo y carente de gracia y buen gusto– pero defiendo su derecho a decirlo.

Le sobran y faltan muchas cosas a esta nación nuestra: le sobra paisanaje y le falta ciudadanía. Le sobra pasión verbal, desmesurada adjetivación y le falta razón discursiva. Le sobra fe y le falta raciocinio. Le sobran novios de la muerte y le faltan amantes de la razón y la inteligencia.
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