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Clavar la puerta

28/03/2015
 Actualizado a 07/09/2019
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Hay semanas en las que no debería una levantarse de la cama. Cuando suena el despertador el lunes, estrellarlo contra la pared y darse la vuelta hacia el otro lado. Olvidarse del mundo y leer todo lo que queda por leer, escribir todo lo que hay que escribir, ver películas, escuchar discos, dormir.


Para más seguridad, llamar por el móvil a un amigo y pedirle que traiga unos tablones y los clave sobre la puerta de entrada,por fuera. Después, desconectar el móvil.

Ésta ha sido una de esas semanas.

No debería quejarme, me deberían dar collejas por hacerlo. Pero comenzar los siete días de rigor con 150 muertos en un avión dirigido por un supuesto pirado egoísta y terminar con la muerte de un minero es una buena definición de una semana para olvidar, aunque imagino que así deben de ser todas en Siria, por ejemplo.

Y encima leer que hay empresarios mineros que, para retirarse antes, cotizan como si llevaran veinte años tirando de martillo neumático y con el polvo del carbón sobre los ojos. Pensar entonces en mi abuelo José, que se prejubiló con silicosis de segundo grado, y en mi abuelo Santos, que casi se queda en una galería por una explosión.

Lo dicho, hay semanas que dan asco.

Ese amigo que me ha clavado la puerta y está preocupado por mí, tan pancha en el sofá, podría intentar convencerme con el conocido poema de John Donne. Entonces diría: «Recuerda que ningún hombre es una isla». Y yo respondería con mi único argumento: «Mira, a mí sólo me preocupa que se acabe el papel higiénico».

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