04/02/2017
 Actualizado a 11/09/2019
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Hoy asumo que esta columna no me va a aportar muchos amigos, y quiero empezar explicándoles a los miembros de la Caverna Cofrade (ellos bien saben quienés son), que no comprendo su indignación ante mi columna de la semana pasada. Todo tuvo su aprobación hasta llegar al último párrafo, que fue lo que hizo saltar las alarmas. Simplemente buscaba hacer un gesto a la figura de la mujer papona. Si lo piensan bien, fuera de este mundo, todas las medidas van encaminadas hacia la igualdad o paridad en todos los ámbitos, pero si yo propongo que un grupo de mujeres que celebra el 25 aniversario de la fundación de su Cofradía pujen a la Virgen del Mercado durante un tramo, como era de esperar, pincho en hueso.

Hace un mes que hemos estrenado un nuevo año y la provincia de León tiene, un año más, la tasa más baja de trabajadores activos, únicamente superados por Ourense. No me digan que el dato no es como para echarse a llorar. Sin embargo lo que nos sulfura son cosas como si soy titular indiscutible o si la agrupación que nos acompaña nos asegura tocar la Saeta 25 veces durante la procesión.

Visto desde fuera, el mundo cofrade nadie lo entiende, lugar donde hombres y mujeres de bien, respetables y admirados en sus vidas profesionales, pierden las formas y cogen cabreos desproporcionados. Mi comentario totalmente acorde a los tiempos que vivimos y que nadie criticaría en cualquier otro ámbito ha provocado en la Caverna un ardor difícil de apagar con una tableta de Almax.

Solo nosotros somos capaces de incendiar las redes sociales con una intensidad desmedida, coger la pancarta y el capillo y salir a reclamar nuestros derechos paponiles, no dormir por si nos cambian el recorrido del viernes por la mañana o montar la gran disputa por el museo de la Semana Santa. Pero nos mantenemos callados y dóciles cuando nos meten en una lista de espera de seis meses para una operación, cuando se dispara la factura de luz, o si pasas una mala gripe en los pasillos del hospital, cuando en otros sitios gracias a padres enfurecidos se ha conseguido incluso eliminar el cuestionado ‘panga’ de los comedores escolares, en 24 horas.

Siempre he dicho que la Semana tiene un potencial impresionante, que tenemos oro molido entre las manos, pero deben cambiar muchas cosas, empezando por recuperar los valores que deberíamos representar: generosidad, anonimato, caridad, humildad… Déjenme imaginar por un momento que con la misma vehemencia e intensidad que se debate si un seise ordenó parar el paso para hacerse una foto delante del mismo o si es lícito vender entradas para ver el Encuentro, se exigiera una sanidad y educación mejor para nuestra tierra.
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