02/10/2016
 Actualizado a 13/09/2019
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Del majestuoso expolio sufrido por el patrimonio leonés da una prueba más la exposición que la Biblioteca Nacional ha inaugurado hace poco en Madrid de los famosos Beatos, aquellos códices medievales salidos de los scriptoria de los cenobios e iluminados por monjes copistas a los que da nombre el más célebre de ellos, que firmaba así: Beato, y que realizó sus ilustraciones y copias de sus Comentarios al Apocalipsis de San Juan en el silencio y la paz del monasterio de San Martín de Turieno (hoy de Santo Toribio de Liébana), en Cantabria, perteneciente entonces al reino protoastur, en el siglo VIII. La exposición no es gran cosa (abundan las imágenes digitales y los facsímiles y faltan los Beatos de verdad, incluidos los dos que obran en poder de la propia Biblioteca Nacional, el de los reyes Fernando I y doña Sancha de León y el de San Millán de la Cogolla, ambos del siglo X), pero permiten hacerse una idea a uno de la falta de fortuna y el descuido que acompañan al patrimonio de León, disperso por los más diversos lugares del mundo, cuando no directamente perdido. En concreto y hablando de los Beatos, de los que el Reino de León fue el principal productor y detentador a tenor de los que se conservan hoy, del territorio del viejo reino leonés salieron para no volver el ya citado de Fernando I y doña Sancha, también llamado de San Isidoro porque se guardaba en esa basílica leonesa, el de San Miguel de Escalada –hoy en la Pierpont Morgan Library de Nueva York–, el de San Salvador de Tábara, monasterio zamorano perteneciente a la diócesis de Astorga cuyo Beato regaló un director del Archivo Histórico de León, donde fue a parar tras la desamortización del cenobio en el siglo XIX, a la Escuela Diplomática de Madrid, que a su vez lo cedió al Archivo Histórico Nacional, o los varios Beatos salidos del monasterio de Sahagún y de otros dependientes de él, como el de Valcavado, en la provincia de Palencia, hoy dispersos por diversos lugares de España, como la catedral de Gerona, la de la Seo de Urgel, en la provincia de Lérida, o la Biblioteca Histórica de Valladolid. Solamente dos hojas del de Astorga se conservan en la catedral de esta ciudad tras su casual hallazgo en su archivo, donde servían de envoltorio de otros documentos.

La riqueza de un lugar se mide no sólo por lo que fue sino por lo que conserva de ella y eso nos hace pensar que León no ha tenido mucha suerte, al menos con su patrimonio. Las lamentaciones de hoy no sirven para arreglarlo, pero sí pueden ayudar que en el futuro no se cometan los mismos errores, descuidos y negligencias. Para eso es preciso que las personas conozcan su patrimonio ausente y presente y lo valoren en sus justos términos y eso es responsabilidad de las instituciones, comenzando por las educativas en las escuelas.
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