20/10/2017
 Actualizado a 12/09/2019
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A veces da la impresión de que si vas en contra del poder establecido eres un mal ciudadano. Esta semana, Diputación y Consejo Comarcalhan vuelto a vender las bondades del denominado Banco de Tierras del Bierzo, y lo han hecho poniendo más subvenciones encima de la mesa para su funcionamiento. Nada que objetar al loable fin de poner en contacto a un propietario de tierras con un futuro cultivador de las mismas para que se entiendan en un arrendamiento, una compra venta, o simplemente una cesión de uso gratuita. Dudo que esa mediación sea necesaria, pero puedo admitir que el Bierzo, por su especificidad, vea en esta figura algún tipo de ventaja que permita aumentar la productividad agroganadera de la comarca, que permita poner en valor tierras que llevan años en desuso, o que están camino de ello. Llegado a este punto, y sin querer perder mi condición de buen ciudadano, quisiera atreverme a cuestionar al menos el coste del proyecto, la rentabilidad en términos económicos, la eficacia en la gestión, para que no parezca mentira que cómo algo tan bueno y necesario, se tardó tantos años en poner en marcha, se tardó tantos años en que apareciera una cabeza lúcida que lo alumbrara. Con los datos oficiales de Diputación y Consejo, en los cuatro años de funcionamiento han gestionado dos mil parcelas –quiero entender que gestionar significa poner en cultivo o aprovechamiento agroganadero–, y como no dicen de cuánta superficie, intuiré yo que de una media de ochocientos metros cuadrados cada una, que por ahí rondará la cosa. Si el coste al erario público ha sido de quinientos doce mil euros, como ellos han publicitado, cada hectárea que se ha gestionado ha costado en burocracia, en papeleo, en gestión administrativa, la friolera de más de tres mil euros. Más vale que las fincas hayan caído en manos de agricultores, que las estén cultivando con ahínco y con suerte, porque de lo contrario, el cascabel vale más que el gato. Y supongo que estos arrendamientos se hacen pensando en no hacer la competencia desleal a los profesionales.
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