Soy TORERO, no asesino

Imanol Sánchez
18 de Junio de 2018
Como lees, soy torero y no rehuyo por un segundo nada de lo que significa y envuelve está palabra. Quizás si eres compañero o simplemente aficionado a los toros sabrás de que te hablo ¿verdad?

En caso contrario te estarán comenzando a rondar pensamientos tan voraginosos, que tus opiniones respecto de mi comiencen a estar divididas; te estarás acordando, literalmente, sin tener el gusto de conocerlos, de mi padre y de mi madre en el menor de los casos.

Pero ‘tranquil@’, como torero siempre afronto aquella opinión contraria a mí, guste o no, la rebatiré en todo caso pero jamás diré que yo tengo la verdad absoluta de igual manera que tu tampoco podrás justificar que sea tuya.

Afrontaré la crítica, el insulto, la desacreditación, pero sólo dependerá de mi y no de tu insulto el que este hacerme daño pueda.

Como ves, como torero y lo que en valores representa esta palabra, no me apartó de exponerme públicamente a lo que soy, a lo que digo, a lo que hago y a lo que defiendo. Afronto el miedo y lo supero, no me escondo detrás de un seudónimo y un ‘fake’ para debatir. De la misma manera que cuando quiero dar muerte a un toro, que no asesinarlo, precedido por el ejercicio de torearlo, afrontó las consecuencias y entregó mi vida para hacerlo.

Dejemos, en el caso de que no seas aficionado a los toros o no conozcas nada a cerca de este mundo, la confrontación para otro momento, o mejor, comencemos los dos a dar ejemplo y dar uso no sólo literario, sino de acción a la palabra RESPETO.

Es obvio que en el ejercicio de torear hay momentos cruentos donde el toro sufre cierto castigo, no seré ahora yo quien juzgue el tipo de percepción de dolor del toro ante el castigo, ante el cual se crece y pelea, no huye y se amilana como cualquier animal doméstico.

No seré yo por qué para eso están los científicos que patentes sus estudios han dejado.

Pero también es obvio que si somos capaces de disociar lo cruento de lo artístico, comenzarás a darte cuenta que ni aficionado ni torero nos regocijamos de la muerte del toro bravo, implícita en un ritual sagrado y legendario como es el toreo, ante la embestida de un animal combativo.

No amigo, deja la ironía para otro momento y sigamos al amparo de la palabra respeto. Te invito a seguir leyendo.

La acepción asesino dice que se trata entre otras cosas de quitar la vida a alguien (entiéndase por persona) con deslealtad, algo en que si aplicas está misma palabra a la muerte dada al toro bravo queda desacreditada.

¿Que por qué? Porque, yo, como torero, para quitarle la vida al toro actuó con la mayor de las lealtades a él, afrontó bajo los cánones clásicos del toreo mi muerte en sus astas de igual manera que con verdad y lealtad al toro, a su existencia y al credo torero su vida le quitó.

No me levanto una mañana y digo «voy a matar toros», en absoluto. En tarde de toros voy con la convicción de torear aunque este ejercicio artístico venga implícita la muerte de toro o torero.

Antes de llegar a la suerte suprema, he recibido y desviado, si ha habido buena comunicación, las embestidas del toro durante veinte minutos poniéndome constantemente en su camino siendo leal a los principios que rigen el toreo.

Eso es crueldad, tortura me dirás. Pero la tortura es hacer sufrir, y en una corrida de toros, aunque impliquen la muerte del toro e innegablemente sus heridas forman parte de su definición, el objetivo no es hacer sufrir al animal, aunque a ojos de quien no entiende mas allá de eso pueda vislumbrar ese efecto.

(…) Lo que interesa a los aficionados es, primero, y para muchos sobre todo, la pelea del toro. Lo que da sentido a la lidia es la acometividad del animal, su peculiar manera de embestir, de atacar o defenderse, es decir su personalidad combativa. Sin la lucha del toro, su muerte y las diferentes suertes del toreo carecerían de valor. Si el toro fuera pasivo o estuviera desarmado, la lidia no tendría ningún sentido. De hecho, no sería una corrida sino una vulgar carnicería (y por tanto no habría razón alguna para hacer de ella un ‘espectáculo’). (…)

Así que filosóficamente hablando es difícil que siendo leal a estos principios del toreo tenga sentido alguno llamarme asesino, pues no soy asesino sino torero.