A un trabalenguas
nos encomendamos,
Tamames,
pues tomamos,
tramamos,
timbramos y templamos,
pero no nos times, por favor,
pues como a Tutankamon
y a los tomistas tétricos
os tememos sin tasa.
Y que, como póstumo deseo,
no resuenen entre las paredes
del Congreso,
en el martes de la micción
–perdón, moción–,
las mortales, tremendas
Trompetas de Jericó.
nos encomendamos,
Tamames,
pues tomamos,
tramamos,
timbramos y templamos,
pero no nos times, por favor,
pues como a Tutankamon
y a los tomistas tétricos
os tememos sin tasa.
Y que, como póstumo deseo,
no resuenen entre las paredes
del Congreso,
en el martes de la micción
–perdón, moción–,
las mortales, tremendas
Trompetas de Jericó.