01 de Julio de 2017
Con tinta negra, negrísima, se escribe la vida de la política Simone Veil en el campo de concentración nazi de Auschwitz. Veil, que murió este viernes y se enfrentó a tantos y a tanto para despenalizar el aborto en Francia en 1975 y fue la primera presidenta del Parlamento Europeo cuatro años después, vio en Auschwitz algunas de las peores cosas que le puede hacer un ser humano a otro.

Oxfam Intermón también ha impreso con letras sombrías su informe ‘Grandes esperanzas a la deriva’, cuyos datos eran recogidos esta semana en un reportaje de El País titulado Los niños que se evaporan. En el informe de la ONG se narran historias de niños migrantes a los que, tras su llegada a Europa, se les pierde la pista. Frente a la poca o nula protección y apoyo que se les ofrece, muchos huyen y caen en manos de las mafias.

Europol advertía ya en enero del año pasado de que 10.000 menores migrantes habían desaparecido a las pocas horas de llegar a una Unión Europea a la que se le dará el Princesa de Asturias de la Concordia no se sabe muy bien por qué.

«¿Qué deja la realidad a los autores de novela negra?», planteaba este martes el periodista Francisco Martínez Carrión en la mesa que abrió las primeras Jornadas de Género Negro de Astorga. Los intervinientes: Juan Pedro Aparicio, Lorenzo Silva, Ricardo Magaz y yo misma intentamos responder lo mejor posible a una pregunta que se podía contestar con un «como mucho, reescribirla y a veces mal».

La novela negra nació precisamente para revolver en este tipo de lodos humanos y por eso no se define tanto por lo policial -aunque predomine- como por la indagación sobre el Mal (así en mayúsculas, que queda más importante).

El crimen, la trata de personas, la corrupción o el narcotráfico son algunas manifestaciones de ese Mal que supuramos. A partir del próximo viernes, la Semana Negra de Gijón volverá a ofrecer otra oportunidad para plantearse la pregunta que surgía en la capital maragata. Esa y otrasmuchas, para las que se intentará encontrar algunas respuestas. A pesar de que al consistorio de la ciudad asturiana no le parezca motivo suficiente los treinta años que cumple el festival para pagar la subvención del año pasado.