Somos nuestra exigencia

16 de Enero de 2017
Al final del magnífico ensayo del escritor leonés Antonio Manilla, titulado ‘Ciberadaptados’, recientemente aparecido, hay un manifiesto de una contundencia brutal que dice: «Y somos nuestra exigencia. Allí donde está nuestro umbral de exigencia, está lo que somos». Caballero Bonald propuso: «Somos el tiempo que nos queda». Y este cronista apuesta por: «Somos lo que necesitamos». De modo que será el lector quien juzgue «qué es lo que es» él mismo, si su exigencia, su tiempo o sus necesidades.

Pero, previamente, el propio autor nos propone, y no nos despeja, un enigma: «El que mira hacia el pasado es conservador; el que mira hacia el futuro, progresista. Los que consideramos que hay muchas cosas que conservar y no menos que cambiar ¿dónde nos ubicamos?» Y es esolo que viene a glosar este cronista que, por leonés, y por amigo y casi paisano del autor, trata de sacarlo de este laberinto. Y les advierto que todo viene a cuente de Internet, por si no lo sabían.

Los que consideran que hay cosas que cambiar y cosas que conservar han sido siempre los sabios de la tribu. Aquellos para los que las herramientas a utilizar no han sido más que eso, herramientas; mientras que la idea primigenia, el meollo de la cuestión, la almendra mística, es solo una: mejorar la especie y aportar los instrumentos necesarios para que el bienestar se distribuya entre la mayoría lo más rápidamente posible, y el paso del tiempo no suponga nunca un retroceso a lo peor de lo peor, la destrucción y la guerra.

El ‘homo retiarius’ (hombre en la red) que según Manilla está saliendo de las universidades, no será muy diferenteante los poderes totalitarios, que siguen siendo los de siempre (económicos, sin duda) y tratarán por todos los medios a su alcance (incluido Internet) detener sujeta y sometida a la mayoría, con tal de mantenerse en la cima del poder. Porque el ser humano es lo que es, un bruto y tórpido animal que, por mucho que se proponga un ideal de justicia y de igualdad, si no dispone de herramientas, nunca podrá medrar en libertad.

Herramientas. Y la principal la cultura. Y para la cultura, como para el convento, todo es bueno, hasta la literatura. Mientras más, mejor. Desde los griegos, pasando por San Agustín y llegando a Gustavo Bueno, la línea nunca dependió del medio sino de su contundencia. Exigirnos y exigir, aunque para ello haya que aceptar un cierto grado de ese ‘desarraigo local’ del que habla el poeta-ensayista, que a los literatos nos llama: «Esos científicos del alma» probablemente con cariño. Lo dicho.