Encaramado en el outeiro de la catedral de babia, observo su belleza que se entorna majestuosa y orgullosa vigilante del valle del pueblo. Mientras, la pinietsa, donde subíamos a jugar creyéndonos exploradores se aleja por un momento. El aire llena los pulmones despejando todo tipo de dudas, en un abrir y cerrar de ojos los recuerdos se amontonan de cuando uno era nenu y veraneaba en casa de los güelos. Vuelvo a aquel verano que agarrado a una vara de avellano como buen zagal, arreábamos a las vacas hacia los pastos comunales, el camino empinado se hacía largo y el calor resbalaba por la tez morena, solo el frescor del agua del río servía de abrevadero para el ganado. Nosotros teníamos que esperar a cruzar la portietsa para dar un trago que nos quitase la sed y nos refrescase como un brebaje bendecido por las xanas. Al fondo a la derecha se ve bisurde y a lo alto el rozu, donde dejábamos la vacada junto a otras, quedaban pastando hasta el amanecer que acudían apresuradas a la llamada del ternero para amamantarles de esa leche rica llena de propiedades por la hierba de la montaña leonesa y despreciada por la falta de voluntad política.
Hoy, los pastos de la montaña se pierden al igual que las ayudas de la PAC, las medidas cada vez más estrictas e injustas de la política agraria, penalizan la gran superficie de hectáreas que se encuentran en espacios rocosos o masas arbóreas. Los ganaderos saben que sus pastos carecen de ayudas y sufren el constante abandono, al igual que las fincas de los particulares se pierden a favor del monte y en ellas crece el matorral. Los buenos pastos de la montaña leonesa, no sirven a esos señores bien peinados de despacho alejados y centralizados que por no palpar el terreno, dejan de beneficiar los pastos comunes. A la consejería de agricultura de la Junta, le preocupa que se cumpla que no halla duplicidades en los terrenos, pero poco o nada hacen para que nuestros ganaderos tengan el derecho al pasto o al arrendamiento, prefieren que estén en manos de otras comunidades autónomas, que beneficiar a los nuestros.
Muchas hectáreas no pueden acceder a las ayudas de la PAC, la montaña pierde oportunidades y juega con desventaja con los campos de Castilla, que son los que se llevan la mayoría de las subvenciones.
Hoy, los pastos de la montaña se pierden al igual que las ayudas de la PAC, las medidas cada vez más estrictas e injustas de la política agraria, penalizan la gran superficie de hectáreas que se encuentran en espacios rocosos o masas arbóreas. Los ganaderos saben que sus pastos carecen de ayudas y sufren el constante abandono, al igual que las fincas de los particulares se pierden a favor del monte y en ellas crece el matorral. Los buenos pastos de la montaña leonesa, no sirven a esos señores bien peinados de despacho alejados y centralizados que por no palpar el terreno, dejan de beneficiar los pastos comunes. A la consejería de agricultura de la Junta, le preocupa que se cumpla que no halla duplicidades en los terrenos, pero poco o nada hacen para que nuestros ganaderos tengan el derecho al pasto o al arrendamiento, prefieren que estén en manos de otras comunidades autónomas, que beneficiar a los nuestros.
Muchas hectáreas no pueden acceder a las ayudas de la PAC, la montaña pierde oportunidades y juega con desventaja con los campos de Castilla, que son los que se llevan la mayoría de las subvenciones.