Odisea en el trabajo

02 de Junio de 2022
Los estudiosos del futuro, que son los nuevos telepredicadores, llevan años avisando que dentro de muy poco la mitad de los trabajadores se dedicará a tareas que aun no se han inventado. Ellos, con la infalibilidad de habitar lo probable, dibujaron esa raya en el año 2030. Lo hicieron hace cinco y diez años en una patada hacia delante igual que el mono de Kubrick lanzaba en 2001 el hueso o George Orwell imaginaba 1984. La historia va engullendo la literatura, la ciencia ficción y hasta el abanico de realidades imposibles. Y no estaría mal si no fuera porque anda devorándonos salvajemente como Saturno a sus hijos y habría sido entonces Goya el único artista que consiguió una predicción gore y certera de lo que nos espera.

El caso es que 2030 ya es pasado mañana y mientras llega ese futuro volvemos a dejar abandonado el presente del que depende comer el mes que viene. Faltan a miles camareros, alicatadores, camioneros, electricistas y hasta temporeros. Pero en España hay tres millones de parados, muchos con carrera y quizá esperando a esos trabajos por nacer adaptados a su formación universitaria. El cuento de la lechera sin leche y sin tinaja. Por eso, quizá hasta ese 2030, las oportunidades estén en todo lo que agoniza: el mundo rural, los oficios artesanos, los conductores profesionales, la construcción y la hostelería. Trabajos exigentes, y a punto de desaparecer, tan caducos e inseguros como suele ser en verdad la vida. Lo efímero dura lo que dura, pero en ese durante uno va pagando las facturas. Si en la España de turismo, campo y ladrillo no hay obreros, jornaleros ni camareros estamos cometiendo, otra vez, un error histórico. Aquello de empezar la casa por los tejados solares como Zapatero cerrando las nucleares y Pedro Sánchez fulminando los estertores del carbón y las térmicas. Confundir entre lo que se es y lo que se desea ser desgobierna el presente y en el futuro aun no vive nadie. Odiseas de la ansiedad posmoderna.