Agradable sorpresa. Excelente noticia. Maravillosa ocasión.La música se hace fuerte en León. Esta tierra de cantares lentos y armoniosos, tan semejantes a los rusos (A la luz del cigarro voy al molino) hace tiempo que viene apuntando en la buena dirección y aparecen nuevos frutos que son ya más que promesas y auguran un venturoso porvenir. El sábado día 15, en Astorga, Carlos Huerta ‘El Solito trovador’ acompañado de sus amigos músicos y poetas nos ofreció un extraordinario recital de cantautor. Y el domingo, en el Auditorio de León,David de la Varga con la Camerata de la JOL nos deleitó con un repertoriopara cuerda, acompañado por 16 jóvenes músicos y por Eva Juárez en la voz.
No es el cronista crítico musical, pero sí es amigo de esos jóvenes que se abren paso en el difícil terreno de la música y ha colaborado con ellos cuando se le ha presentado la ocasión. Por ello se ha encontrado especialmente complacido al poder asistir en su tierra a espectáculos musicales de alta calidad, procedentes de ese sustrato autóctono tan revitalizado en tiempos de los Adolfo Gutiérrez Viejo y los Manolo Martín, grandes impulsores de coros y festivales de los que ha salido la fuerza que mueve a buena parte de las generaciones de hoy.
No es la música un asunto baladí. A parte de su alto valor cultural y formativo (belleza y disciplina van a la par) está dando salida laboral a muchos jóvenes que, de otra forma, lo iban a tener difícil en esta tierra que se va desangrando sin parar y sin que las autoridades tomen cartas en el asunto, como si el fenómeno (el desastre) no fuera con ellos y les diera igual. La música leonesa, la culta y la popular, tiene un encanto que muchas veces ha quedado oculto por culpa de intérpretes de medio pelo que no han sabido, o no han querido, dejar a un lado la zafiedad, e intentado seleccionar, propulsar, y resaltar el lirismo poético que contiene a raudales tanto en sus letras como en su melodía y cadencia tan singulares.
En medio de una semana santa en la que prevalece la atorrante y extravagante ‘música militar’ que acompaña a las procesiones y que es a la música lo que las telenovelas es a la literatura, ha sido un placer poder asistir a dos espectáculos musicales tan diferentes como los dos citados, ambosnacidos de y para nuestro León. Lástima que el públicono se haya percatado de que la verdadera primavera florece también en esos campos y que merece la pena asistir al espectáculo que nos da.
No es el cronista crítico musical, pero sí es amigo de esos jóvenes que se abren paso en el difícil terreno de la música y ha colaborado con ellos cuando se le ha presentado la ocasión. Por ello se ha encontrado especialmente complacido al poder asistir en su tierra a espectáculos musicales de alta calidad, procedentes de ese sustrato autóctono tan revitalizado en tiempos de los Adolfo Gutiérrez Viejo y los Manolo Martín, grandes impulsores de coros y festivales de los que ha salido la fuerza que mueve a buena parte de las generaciones de hoy.
No es la música un asunto baladí. A parte de su alto valor cultural y formativo (belleza y disciplina van a la par) está dando salida laboral a muchos jóvenes que, de otra forma, lo iban a tener difícil en esta tierra que se va desangrando sin parar y sin que las autoridades tomen cartas en el asunto, como si el fenómeno (el desastre) no fuera con ellos y les diera igual. La música leonesa, la culta y la popular, tiene un encanto que muchas veces ha quedado oculto por culpa de intérpretes de medio pelo que no han sabido, o no han querido, dejar a un lado la zafiedad, e intentado seleccionar, propulsar, y resaltar el lirismo poético que contiene a raudales tanto en sus letras como en su melodía y cadencia tan singulares.
En medio de una semana santa en la que prevalece la atorrante y extravagante ‘música militar’ que acompaña a las procesiones y que es a la música lo que las telenovelas es a la literatura, ha sido un placer poder asistir a dos espectáculos musicales tan diferentes como los dos citados, ambosnacidos de y para nuestro León. Lástima que el públicono se haya percatado de que la verdadera primavera florece también en esos campos y que merece la pena asistir al espectáculo que nos da.