La hermandad del sexo fuerte

12 de Enero de 2018
Me educaron en la creencia de que hombres y mujeres son iguales. Y yo pensaba que era así en casi todas las familias, que lo contrario era una rara excepción. Me di cuenta muy tarde de dos errores: 1) hay una diferencia fundamental entre hombres y mujeres y es es la fuerza física; 2) la educación para la igualdad no es algo asumido en todas las familias.

Últimamente a mi alrededor se destapan historias oscuras y pretéritas que lo confirman.

«Mi tío... cuando yo era una niña».

Silencio truculento. «Mi abuelo...». «Dos viejos a los que cuidaba cuando era adolescente».

Más silencios truculentos.

También historias oscuras que suceden ahora.

«Un día el tío vino y me dijo: lo tuyo del lesbianismo es una enfermedad, te la quito yo rápidamente».

«Mi jefe me persigue todos los días en la oficina. No sé qué hacer».

Historias que me cuentan mientras la plancha se desliza una y otra vez sobre las camisas. «Mi padre se lio con una compañera mía del colegio. Acabó dejándola embarazada, yo creo que mi madre se murió de pena. Entonces mi padre me llevó a vivir con ellos. Y como yo me negaba a obedecer a mi madrastra, él me pegaba palizas con el cable de la plancha».

O el día que una madre, entre lágrimas, me soltó: «Mi hija ha tenido que irse del pueblo porque un grupo la acosaba todos los días, la insultaba, la perseguía, en cuanto ponía un pie en la calle, los tenía encima. ¡Tiene 16 años!». ¿Un grupo? ¿qué grupo? ¿sanguíneo? ¿humano?

Un grupo de hombres. Una manada. Un conjunto de ciertos animales de una misma especie que andan reunidos, y ejercen la fuerza física sobre otras especies más débiles.

Historias que escucho a diario en las noticias: «desaparecida», «violada», «asesinada». Algo está sucediendo.

O quizá siempre ha sucedido y ahora las mujeres se atreven a hablar de ello, a denunciarlo. Aún a riesgo de perderlo casi todo por el camino: la fe, el anonimato, la esperanza. A lo mejor lo que debemos hacer no es solo educar en igualdad, si no, educar a las niñas en la defensa personal, ¿no? De la sensación de que estamos en una especie de guerra cuerpo a cuerpo. Que gana el que tiene mayor fuerza física. ¿Dónde queda la inteligencia?

Pues nada, que el ministerio de Educación ponga profesores de judo o de kárate en las escuelas y una asignatura que se llame: educación para la defensa de la integridad física de las niñas.