21 de Abril de 2018
La idea de promover el acercamiento entre las ciudades surgió en Europa poco tiempo después de finalizada la Segunda Guerra. Latía en tal propósito el establecer, entre los distintos pueblos, lazos de unión permanentes y actuaciones de beneficio mutuo. Este 2018 se cumple, por otra parte, el vigésimo aniversario de la implantación del programa de hermanamiento por parte de la Comisión Europea; sin duda, una excelente iniciativa, en conjunción, para los jóvenes, con el intercambio universitario Erasmus. El resultado ha sido para los europeos, y especialmente para nosotros, los españoles, fructífero, de tal suerte que, subvencionados o sin ayuda económica, estos actos de amistad de unas poblaciones para con otras, de distinta nación o de la propia, se han intensificado en España durante la época democrática; merced a tal impulso y a la nueva consideración de la ciudad como lugar de convivencia y de anhelo cosmopolita.

Suelen tener los discursos de los intervinientes en estas celebraciones un doble significado: por una parte, un repaso histórico de los hechos que han unido, o enfrentado, a los pueblos; y por otra cómo trasladar al presente los vínculos en su día establecidos, para alcanzar una Europa y un mundo solidarios y en paz. Es costumbre el dejar constancia para las generaciones venideras de esta confraternización o hermanamiento, bien con lápidas conmemorativas, nominaciones de calles, publicaciones, incluso exposiciones orientadas a la difusión turística o a la promoción de la industria local; en algunos casos la relación perdura en el tiempo, con intercambios a través de estancias de los escolares, que tan aleccionadoras resultan, o entre la vecindad. Cualquier población española cuenta en su haber con una dilatada historia, base suficiente en su devenir, en suma, para establecer relaciones con otros ciudadanos del mundo.

Cierto es, también, que algunas ciudades, dados los distintos avatares por los que ha pasado nuestra actual civilización, han tenido especial relevancia. Astorga, bien puede ser un ejemplo, que no excepcional, de este deseo de afirmarse con el establecimiento de amistosas relaciones, y de contar con nuevos cauces para la difusión de su acervo cultural y patrimonial. Las iniciativas, durante décadas, hasta ahora establecidas, han tenido como pretexto su relevancia en las calzadas romanas del oeste peninsular, el ser punto esencial del Camino de Santiago y término de la Vía de la Plata, la intensa emigración de los comarcanos a América –que tuvo lugar en el tránsito de los dos siglos pasados–; la vinculación con Cataluña, a través de Gaudí, y la Guerra de la Independencia; y, asimismo, el antiguo Sáhara español, por el acogimiento familiar, temporal, de niños o adolescentes de esta vergonzosamente ‘entregada’ posesión española. No son temas menores, sino que por su enjundia permiten acercar a los astorganos su historia bimilenaria, y apreciar cómo, al igual que los habitantes de otros pueblos, son y les corresponde ser, ante todo, ciudadanos del mundo.

En este sentido, oportuna ha sido la iniciativa del ayuntamiento astorgano, promovida por el alcalde, Arsenio García, de llevar a cabo este jueves, 19, un acto de homenaje a los irlandeses que, al servicio del ejército napoleónico, murieron en el asalto a la ciudad el 21 de abril de 1810; se cree que fueron enterrados en una fosa común, en las cercanías de una de las puertas de acceso al recinto amurallado por su parte norte, la Puerta de Hierro. Muy próximo a ella, en todo caso, existió el antiguo cementerio, frente a la plazoleta que linda con el Hospital de San Juan. A los diversos actos organizados, para tal efeméride, acudió la embajadora de Irlanda Síle Maguire, la cual, como el alcalde, tuvo palabras certeras para recordar un pasado de guerras, felizmente hoy superadas en Europa; mas sin pasar por alto la necesidad actual de reforzar un sentido de hermandad y pacifista, porque vivimos unos momentos en los que al acecho están la segregación y los nacionalismos. En el parque del Aljibe, a través de sendas lápidas labradas por Benito Escarpizo, ha quedado constancia de este acontecimiento, con pertinentes textos en las dos lenguas, inglés y español.

Son los propósitos anteriormente mencionados lo que verdaderamente importa, máxime en una Europa que está saliendo malparada por los costes de la crisis económica para los jóvenes y los humildes; incapaz, por lo demás, de articular una respuesta conjunta respecto a la migración sobrevenida por el hambre, las persecuciones o las guerras existentes en diversos continentes. No debemos obviar las acometidas a su unión, e incluso el surgimiento de nuevos partidos populistas y xenófobos, que aprovechan las anteriores circunstancias para proclamar una presunta discriminación padecida por los nativos, y así ir ganando adeptos en la rabia del descontento; y ello con un preocupante retroceso de la socialdemocracia, que tanto progreso y avance social ha deparado a los europeos. Por eso, celebrados deben ser cuantos actos de confraternización o hermanamiento se han llevado a cabo entre los pueblos, y aquellos que en un futuro próximo se puedan efectuar.