Fenómenos extremos

23 de Diciembre de 2019
El ser humano tiene muy mala memoria meteorológica y cada vez que nos toca de cerca un fenómeno natural nos parece que nunca había pasado nada igual. Hoy creo que esa mala memoria no aplica porque cuesta encontrar a quien pueda decir que ya había visto los ríos igual de desatados que en estos últimos días. Un fuerte deshielo en diciembre al que se ha sumado un temporal de lluvias y viento. Mire que son exagerados los guionistas de las películas de estas catástrofes, pero sin ponernos castastrofistas, creo que en unos días quedarán por flojas. Igual que creo que a los que nos llaman exagerados por querer reducir nuestra huella en el mundo y combatir el cambio climático se les van agotando los argumentos. Ya no les vales eso de «esto ha pasado siempre» porque es, directamente, mentira. Nunca el agua se había quedado a 20 centímetros del Puente de los Leones y en mi pueblo nadie recuerda que hubiera llegado, en diciembre, a las casas. Y a favor de los meteorólogos no está de más recordar que lo que trae el cambio climático es la proliferación de fenómenos extremos como –vamos a tirar de memoria meteorológica– la nevadona de 2015, la sequía de 2017 o a esta histórica riada de 2019. No es ninguna tontería la serie, portadas tiene cada caso.

En los embalses es donde mejor se ven estos picos y valles. La gestión de las presas es uno de los nuevos retos que obliga a nuevos modelos. Por ejemplo, en 2017, con los embalses en mínimos históricos, quedó patente la necesidad de dejar reservas para las futuras campañas de regadío. El invierno del 2018 fue muy generoso y hasta el de Riaño prácticamente se llenó en unos meses. Con esta buena experiencia y con precipitaciones puntuales en el pasado verano se logró dejar buenas reservas para afrontar con garantías la siguiente campaña. Sin embargo, esas reservas parece que ahora pueden ser un problema por este episodio de deshielo y lluvia. La necesidad del cambio es evidente.