03 de Febrero de 2015
La enésima demostración de solvencia de la Cultural, no exenta de fútbol y con un resultado más que apreciable, me hace pensar en que algo bueno está por venir. Llámenme osado, pero la visita al Carlos Tartiere debe ser un punto de inflexión en la historia reciente del club. En lo deportivo, el equipo tuteó a un rival de otra categoría y que juega momentáneamente en la misma división. Le quitó el balón en una antológica primera parte, marcó un gol de bandera y llegó a enmudecer a los casi 9000 espectadores presentes; pocos equipos trataron así al Real Oviedo en su estadio. Un desliz, fruto de la confianza mal entendida, dio paso al empate, injusto a todas luces. Cuando el gigante astur apretó, se encontró con un rival firme en su defensa y convencido de que el sacrificio físico tendría recompensa. Recuerden, en la Cultural el esfuerzo es innegociable. Es un club acostumbrado a pelear en situaciones adversas, dentro y también fuera del terreno juego. Ha sobrevivido a sus propios caciques, incluso a los “piratas”. Resiste de pie y empieza a contagiar ilusión. Un centenar de aficionados fue testigo directo en el feudo asturiano, un nutrido grupo dejó pequeño un céntrico establecimiento de la capital donde se reunió para ver a su Cultural en la pequeña pantalla, e, incluso, los culturalistas hicieron patria en la Casa de León de Madrid, paso previo a la fundación de una nueva peña de hinchas. Inédito. Algo se está moviendo y ocasiones así no se pueden desaprovechar. Ha costado una década remover tierra y desempolvar el sentimiento de la sufrida parroquia. Los jugadores responden con creces y su progresión parece no tener techo, la afición da síntomas de renacimiento y la clasificación invita a seguir soñando. Le toca a la Junta Gestora responder a los estímulos. Que no caiga en saco roto.