La solidaridad en todo aquello que tiene que ver con el agua en la provincia de León es muy relativa. Cada vez que amenaza la sequía, cada vez que las lluvias no caen en la medida que debieran, o en la medida que le gustaría a los agricultores, surgen pronto voces dentro del mundo del campo que piden que no hagan trasvases del agua del Esla embalsada en el pantano de Riaño a la provincia de Palencia. Son, curiosamente, las mismas voces que hace tres décadas llamaban a la solidaridad de los montañeses con los regantes del sur, los que pidieron que se anegaran valles que hoy podrían tener un futuro digno a través de la ganadería o el turismo para que el futuro sólo lo tuvieran los páramos del sur, a los que ese desarrollo no ha llegado en la medida que se esperaba (tienen exactamente los mismos problemas que si no se hubiera construido el pantano) y que estaban convenientemente manipulados por las autoridades de la época. Ahora vuelve la sequía. Los que no comparten los beneficios cuando los tienen quieren compartir las pérdidas, a pesar de que muchos de ellos no contratan los seguros necesarios. La solidaridad, en lo que tiene que ver con el agua, es muy relativa. La mejor idea, sin duda, es la llamada a la unidad para que la escasez de recursos no provoque enfrentamientos entre las comunidades de regantes y se pueda optimizar el uso del agua.