Que las zonas rurales leonesas están severamente despobladas hace décadas no es ninguna novedad. En el campo podría haber futuro y oportunidades, pero –al menos en esta provincia– no se ha sabido hallar el freno a una sangría poblacional que también asola ya a las áreas metropolitanas y urbanas. Hablamos de desarrollo económico y ansiamos el fin de una crisis que parece eterna, pero ¿qué crecimiento puede tener una ciudad, una provincia, que se queda vacía a pasos agigantados, mientras sus jóvenes ‘huyen’ en busca de alguna oportunidad? Sin industria, sin tejido empresarial, no hay futuro, pero sin ciudadanos que sustenten una economía herida de muerte lo único que hay es un panorama tan negro como el carbón y su futuro. Los empresarios leoneses son los primeros interesados en aupar la economía de una provincia que se apaga, pero es más que comprensible su clamor para que los políticos se arremanguen para algo más que para salir en la foto vendiendo humo de proyectos que nunca llegan a materializarse. Atraer empresas es fundamental para que León sobreviva, para que logre fijar una población que se va reduciendo a mínimos, una población notablemente envejecida que ve cómo el futuro de los suyos se evapora mientras a algunos se les llena la boca con proyectos que nunca pasan de un titular en la prensa.