Menos de una semana después de que un preso de la cárcel de Mansilla de las Mulas aprovechara una salida terapéutica para darse a la fuga, otros dos internos trataron de abandonar el penal leonés cortando los barrotes de la celda. La situación evidencia la necesidad de reforzar una plantilla que según los sindicatos tiene un déficit de 122 trabajadores. Las organizaciones sindicales denuncian que no se cubre el 25 % de las plazas, que la media de edad de la plantilla supera los 55 años y que en un ejercicio se llegan a producir más de una decena de agresiones. Se estima que cada funcionario atiende a entre 70 y 80 reclusos y en muchos casos solo cuentan con porras, esposas, sprays y sus habilidades personales como herramientas para afrontar una situación anómala. Todo ello complica el día a día en una prisión donde no solo se reclaman más medios humanos, sino también técnicos y materiales. Algunos funcionarios aseguran que la conflictividad también ha aumentado por la llegada de presos peligrosos. En este contexto, la Secretaría General de Instituciones Penitencias, dependiente del Ministerio del Interior, debería, al menos, escuchar a los representantes de los trabajadoras y poner en marcha un plan que contribuye a paliar la situación. En el caso del intento de fuga registrado ayer, la profesionalidad de los funcionarios evitó males mayores, pero lo preceptivo hubiera sido que no esta situación nunca hubiera llegado a darse.