La formación es una de las claves del mercado laboral y de la economía de un país. La crisis del 2008 impulsó el fenómeno de la sobrecualificación, con titulados trabajando en empleos que no requerían esos estudios. El mercado se ha venido reajustando y ese fenómeno —que no ha desaparecido— se solapa ahora con la falta de mano de obra cualificada en puestos de trabajo industriales, de la construcción y artesanales. La combinación de diversos elementos, como la ausencia de contratación durante años, la falta de programa de formación que paliaran el parón en la transferencia de conocimientos, la terciarización, mecanización y digitalización de la producción y la emigración del personal a países con condiciones más dignas, diezmó las plantillas, despojadas del relevo generacional. Poco a poco las administraciones van reaccionando ante esta situación, limitando la temporalidad con la reforma laboral e impulsando programas de formación mixta, en la que los participantes adquieren los conocimientos de forma teórica y práctica mientras perciben una remuneración por el trabajo desarrollado. Es necesario también que las empresas planifiquen el futuro con mayor precisión y destinen los recursos necesarios a atraer los perfiles que necesitan, porque si no lo hacen se irán donde consideren que realmente los valoran. La construcción de un mercado laboral solvente es cuestión de todos.