La situación generada por el coronavirus ha fortalecido un peligroso sentimiento que ya afloraba peligrosamente a lo largo de los últimos tiempos: nadie parece tener en cuenta su responsabilidad propia. El hecho de que durante los peores meses de la pandemia el Estado saliera al rescate no sólo de los contagiados por el virus sino también de los trabajadores y empresarios afectados, parece que ha generado un sentimiento en el que nadie tiene la culpa de nada, tan acostumbrados como estamos a echarles las culpa de todo a las autoridades, ya sea el Gobierno durante el Estado de Alarma y el famoso mando único como ahora a las comunidades autónomas. En nuestro caso, además, tenemos una dilatada experiencia en echarle las culpas de todo a la Junta en general y a Valladolid en particular. Contribuye a la generación de esa peligrosa impunidad del ciudadano el discurso de nuestros políticos, cargado siempre de reproches y a los que nunca se escucha reconocer errores. El resultado es que una parte de la población cree que puede hacer lo que le da la real gana y que, si se contagia, si pierde su trabajo o se ve afectada por alguna de las muchas consecuencias del coronavirus, la culpa nunca será suya sino del Estado de la institución que más a mano tenga en ese momento. Es la hora de la responsabilidad individual: en ello nos va la vida.