La madre tierra vomitando fuego. La Pachamama saca otra vez su rasposa lengua lamiendo nuestra tranquilidad de esclavos inocentes. Estamos a 29 de septiembre. Hace diez días que estalló el volcán en la isla de La Palma y esta madrugada la primera lengua de lava ha llegado al mar. Los noticiarios están repletos de expertos que analizan la peligrosidad de los gases que desprenderá la unión del fuego y el agua salada. Atrás quedan casas y edificaciones arrasadas, carreteras borradas, masacrados. Y, por suerte, ningún muerto. Miles de familias se han quedado sin nada y recelan de las promesas de ayuda de la Administración, deambulando por albergues, barcas, campos de fútbol, cuarteles y casas de familiares y amigos dispuestos a colaborar en medio de la tragedia.
Escribe nuestro Luis Mateo Díez en un cuento titulado ‘Voz de la fiebre’ que: «La escasez acrecienta el valor de lo que se tiene». Y es fácil imaginar la sensación de orfandad total que estarán sintiendo todas esas familias desposeídas de todo y expuestas a continuar con una vida que ya nunca será como ellos habían previsto y a cuya consecución habían entregado todo su esfuerzo.
Es difícil continuar, entretanto, con las labores cotidianas y atender al reclamo de las demás noticias que insisten en el deseado final de la pandemia, en la juventud desenfrenada entregada a la celebración de los botellones sin piedad, en la vacuidad de las luchas políticas a granel, en los vericuetos de la saga/fuga del ex/honorable ‘Picodemonte’ (traducción del catalán), y en el cambio de gobierna en la Alemania lideresa de una Europa en destrucción.
Y uno se pregunta, le pregunta a esta España vacía, y un tanto necia, a punto de quebrar como nación: ¿Qué locura se apoderó de ti? Como lo hace Virgilio por dos veces, una en la Bucólica II y otra en la VI. «¡Ay Coridón, Coridón! ¿Qué locura se apoderó de ti? Dejas a medio podar la vid, y te vas hacia el olmo frondoso donde ella te espera». Y así todos nosotros continuamos con nuestras tareas cuando debiéramos estar acudiendo con todos nuestros recursos en ayuda de aquellas gentes a las que el volcán ha despojado de su vida; y exigiendo a los servidores públicos que aparquen sus rifirrafes y hagan uso de su poder para ‘obligar’ a la banca y a las grandes empresas a colaborar, y los grandes señores que se jactan de gobernar la vieja Europa a rascárselos bolsillos y demostrar que nuestra civilización occidental es algo diferente a una comedia de enredo en la que nada es lo que parece. Días de volcán. De infierno.
Escribe nuestro Luis Mateo Díez en un cuento titulado ‘Voz de la fiebre’ que: «La escasez acrecienta el valor de lo que se tiene». Y es fácil imaginar la sensación de orfandad total que estarán sintiendo todas esas familias desposeídas de todo y expuestas a continuar con una vida que ya nunca será como ellos habían previsto y a cuya consecución habían entregado todo su esfuerzo.
Es difícil continuar, entretanto, con las labores cotidianas y atender al reclamo de las demás noticias que insisten en el deseado final de la pandemia, en la juventud desenfrenada entregada a la celebración de los botellones sin piedad, en la vacuidad de las luchas políticas a granel, en los vericuetos de la saga/fuga del ex/honorable ‘Picodemonte’ (traducción del catalán), y en el cambio de gobierna en la Alemania lideresa de una Europa en destrucción.
Y uno se pregunta, le pregunta a esta España vacía, y un tanto necia, a punto de quebrar como nación: ¿Qué locura se apoderó de ti? Como lo hace Virgilio por dos veces, una en la Bucólica II y otra en la VI. «¡Ay Coridón, Coridón! ¿Qué locura se apoderó de ti? Dejas a medio podar la vid, y te vas hacia el olmo frondoso donde ella te espera». Y así todos nosotros continuamos con nuestras tareas cuando debiéramos estar acudiendo con todos nuestros recursos en ayuda de aquellas gentes a las que el volcán ha despojado de su vida; y exigiendo a los servidores públicos que aparquen sus rifirrafes y hagan uso de su poder para ‘obligar’ a la banca y a las grandes empresas a colaborar, y los grandes señores que se jactan de gobernar la vieja Europa a rascárselos bolsillos y demostrar que nuestra civilización occidental es algo diferente a una comedia de enredo en la que nada es lo que parece. Días de volcán. De infierno.