A Norman le da igual

06 de Junio de 2020
A cualquier hora puedes verlo emerger desde una esquina. Habita en el bloque de tu edificio. Es ese vecino enfurruñado que cuando te ve de lejos acelera el paso para no coincidir contigo en el portal porque huye de conversación alguna. Aunque talvez te haga un favor, porque a ti tampoco te apetece demasiado soportar su patente a la par que encubierta hostilidad.

Así que a Norman lo del distanciamiento social no le cuesta demasiado, lleva observando a la humanidad con los prismáticos desde su ventana indiscreta toda la vida. Le habrás visto pasear estos días de abril robado. Sin perro. Indiferente ante las miradas inquisitoriales de los balcones vigía.

Sibilinamente sube la escalera, con las manos vacías. Al menos podía haber disimulado comprando una barra de pan.

Subrepticiamente sale a primera hora de la mañana para regresar bien entrada la tarde. Regresa recién huido, como clandestino transeúnte que infringe reglas, baja la mirada, pero no por vergüenza sino por desgana. La humanidad le cansa. Y aunque sea un tipo aparentemente respetable los preceptos y las franjas horarias no van con él. Ni siquiera pensando en que al abrir la puerta de casa, al otro lado, le espera su anciana madre deseosa de recibir esa fuerte carga vírica que el hijo pródigo trae consigo. Y es que Norman es más listo que la media, es lo que tiene ser un borderline sin conciencia. Él tiene bien claro que todo esto es un montaje judeo-masónico urdido entre chi- nos, yankees y bolcheviques para perpetrar un crimen de proporciones cósmicas, un nuevo orden mundial. Con él que no cuenten. No es de los que se dejan engañar. Bien informado que está por el Twitter, whatsapp y Facebook. Anda, a él se la van a dar.

Norman es consciente de poseer una inteligencia superior a la media y conocimientos en epidemiología que exceden con creces a los del doctor Simón porque él, aparte de poseer estudios, es un hombre formado a conciencia en la escuela de la vida. Bien lo demuestra en las reuniones de comunidad de vecinos. Ese rostro inexpresivo a lo House, de persona docta, como de estar al margen.

Apenas saluda, pero no por vergüenza. Nunca lo hace a menos que sea estrictamente necesario. Sin mascarilla. No quiere participar en la mascarada.

Será de los que luego se fanfarronee jugando la partida con los amigotes puro en boca. «Ni el estado de alarma logró doblegarme».

Le encanta pontificar en las terrazas y apuñalar a los sanitarios por la espalda, como hizo con aquella joven rubia llamada Mariam en la ducha.

Norman no sabe de normas.

Ni falta que le hace.