"Lo que más me ha impresionado es la cara de miedo de los pacientes"

Varios profesionales del servicio de Urgencias del Hospital de León explican cómo están viviendo estos días en los que no dejan de atender a los enfermos

Sergio Jorge
21 de Marzo de 2020
Varios profesionales de Urgencias muestran carteles en los que instan a los ciudadanos a quedarse en casa para evitar los contagios. | L.N.C.
Cada día miles de personas, también en León, aplauden desde sus ventanas y balcones a los profesionales sanitarios que desde el inicio de la crisis causada por el coronavirus se han erigido en un ejército de héroes que combaten la enfermedad pese a su cansancio, la falta de material y el propio miedo al contagio, sobre todo porque si se incrementa el número de estos trabajadores que está en cuarentena o afectados, el sistema sanitario estará más cerca que nunca del colapso.

En estas circunstancias, los sanitarios que cada día acuden al servicio de Urgencias del Complejo Asistencial Universitario de León son los encargados de hacer la primera exploración a los pacientes que acuden con síntomas más que evidentes de tener el Covid-19, aunque también atiendan al resto de personas que llegan con otro tipo de dolencias, por más que hayan bajado drásticamente los enfermos que acuden al Hospital por algo que no sea de verdad urgente y necesario.
Sus preocupaciones van desde «hacer bien las cosas» hasta «no contagiar a la familia», porque la exposición al virus es continua, desde que entran por la puerta de Urgencias hasta que son derivados a la UCI habilitada para ellos, a la planta V1 o directamente al Monte San Isidro. Son decenas de sanitarios los que cada día están en este espacio que, en una jugada del destino, funciona al 100 % sin que hayan empezado las obras para ampliar esta zona, ya de por sí siempre congestionada, y que se adaptó hace unos días para acoger la posible avalancha de pacientes con síntomas. Este periódico ha tenido la oportunidad de conocer cómo se encuentran algunos de los sanitarios de Urgencias gracias a su disposición a contarlo (vía Whatsapp, por razones obvias) mientras descansan o en ratos libres. Ylo que trasladan es la preocupación de todos ellos por el avance de la enfermedad, pero también por cómo lo afrontan los propios pacientes. «Yo al Hospital voy con un poco de respeto ya que no sabemos cuándo podemos estar con un posible positivo, porque todos en casa tenemos algún familiar que es de riesgo», explica Mar Alonso, técnico en cuidados auxiliares de enfermería (TCAE). «Intento ir a trabajar con mi mejor disposición a pesar de todo, pero estoy más preocupada por mi familia que por mí, aunque los niños tengan menos problemas para superar el proceso», agrega Irene Valcárcel, enfermera. «El ambiente es de una cierta preocupación controlada», detalla Loren Santamaría, también TCAE de Urgencias, puesto que hay menos pacientes, ya que la gente hace «un uso racional de la urgencia hospitalaria» y también porque «se han restringido los accesos» al edificio. «Comprendo el miedo del paciente y de sus familiares cuando nos ven completamente enfundados en los equipos de protección básicos y es difícil poder transmitirle este acompañamiento emocional ya que casi no nos reconocemos a causa de la protección que llevamos para no transmitir la enfermedad», apunta también Loren. «Es quizá lo que más me ha impresionado en la atención a los pacientes, su cara de miedo y el no poder reconfortarlos simplemente cogiéndoles la mano o el hombro, es lo más duro que he sentido», añade el médico Luis Miguel Maestro, para el que se está viviendo «un acontecimiento histórico, algo que se estudiará en los libros».

«Yo acudo a mi trabajo con un gran sentido de la responsabilidad, con muchas ganas de hacerlo bien pero con la lógica incertidumbre de si seremos capaces, y a pesar de la preocupación por los compañeros y por uno mismo, estamos dándolo todo con la mejor voluntad», agrega este facultativo de Urgencias, que se acuerda de todas las especialidades presentes en este servicio y en el resto del Hospital. «Todos estamos remando en la misma dirección», afirma convencido.

El enfermero Pablo Vicente Benéitez reclama más material y protección, al igual que sus compañeros, puesto que con tantos cambios y las carestías detectadas da «sensación de cierta inseguridad, propia y hacia los pacientes». Pero a la vez que habla de «desconcierto», también subraya «el orgullo hacia todos los compañeros». «Levantas la cabeza y ves seriedad, profesionalidad, entrega y ganas de dar mucha pelea», apunta este profesional, que reconoce también la «emoción» que se despierta «cuando ves gestos en los pacientes, cuando oyes los aplausos y se erizan los pelillos y empañan los ojos». Pero también hay «tensión, cansancio, estrés y preocupación por los tuyos». «Te reciben y no saben si pueden abrazarte...», agrega con pena, pero también consciente de que él y todos los profesionales tienen «ganas de dar lo mejor, de cruzar los dedos para no caer enfermo y así seguir y seguir y seguir». Por eso apelan «a la unidad» para poder continuar, «sin reproches» a las administraciones «hayan acertado o no», aunque también reivindican «una sanidad pública de calidad».

«No hay ni un solo día en el cual al entrar o al salir del turno no falte un ‘venga, a por ello’, ‘ánimo’, ‘podemos’. Esta situación nos ha hecho unirnos mucho más. Mi familia de urgencias, porque así nos consideramos, es lo mejor», sostiene la enfermera María Varela, quien no duda en reconocer que se está «en cierto modo a merced del Covid-19». «Llevar un EPI durante un turno entero es agotador: gafas empañadas, calor que te deja exhausto... Llegas a casa reventado física y emocionalmente. Hay veces que lloras, esa es la única salida ahora para quitarnos el estrés junto al ánimo que nos damos entre todos los compañeros», se lamenta.