El chaval Marcos González Cabero, joven y prometedor ciclista leonés, sabe que tendrá que pedalear más fuerte para seguir ganando carreras pues ya no empuja el entusiasmo de su abuelo, Tono, gran aficionado el ciclismo y abuelo orgulloso pues no en vano su pasión le llevó en tiempos a patrocinar un equipo con su ‘modesto’ (o no tanto) negocio: Pollería y charcutería Sila.
Tono, en realidad Santos González Ordás, fallecido el viernes, era un paisano de esos que dicen «hechos a sí mismo» y que para él era más fácil la definición, «trabajador y sensato». Le gustaba el ciclismo y no le iba mal, pues ayudaba a los chavales. Les gustaba el fútbol, pues era socio de la Cultural, a la que aún pudo ver ascender.
Y sensato. Y decidido. Tanto que sumando las dos cosas pensó que en su Villadangos del Páramo natal no estaban las cosas como para tirar cohetes y, como tantos otros, hizo la maleta y marchó para Alemania. Bien es cierto que jamás borró el sueño de volver. Cada vez que venía de vacaciones lo pensaba ¿Cuánto dinero hará falta? ¿qué negocio poner? Y regresaba a Alemania a hacer lo que sabía y a lo que había ido, a trabajar. Quince años estuvo y ya vio unos ahorros, ya era el momento de pensar en el regreso.
Siendo un González y de Villadangos del Páramo... Santos González parecía predestinado a poner una zapatería y esa era la idea que más le rondaba por la cabeza pero nunca le faltó el sentido común: «Lo que ocurrió es que en unas vacaciones ya andaba con la cosa de volver y estando en el pueblo, pensando en la tradición familiar de la zapatería, me di cuenta que donde siempre había cola era en la pollería, nunca estaba vacía».
Y decidió probar. Compró un céntrico local en León, habló con su mujer Fuencisla, Sila, y para asegurarse del éxito él regresó aún dos años a Alemania pero pronto se dio cuenta de que aquello marchaba, que Sila valía como ninguna, que tenía mano y don de gentes... Y nació y creció Pollería y Charcutería Sila, y de 20 metros cuadrados pasaron a 600, y de trabajar sólo su mujer a un buen número de empleados. Y su hijo, que también vale para el negocio.
Pero Tono nunca dejó de ser Tono. Si iba de vacaciones iba a ver negocios como el suyo, si estaba en el pueblo pues les organizaba un torneo. Y para el nieto, la mejor bicicleta, que ahora tiene que pedalear él solo. Abuelo no está.
Tono, en realidad Santos González Ordás, fallecido el viernes, era un paisano de esos que dicen «hechos a sí mismo» y que para él era más fácil la definición, «trabajador y sensato». Le gustaba el ciclismo y no le iba mal, pues ayudaba a los chavales. Les gustaba el fútbol, pues era socio de la Cultural, a la que aún pudo ver ascender.
Y sensato. Y decidido. Tanto que sumando las dos cosas pensó que en su Villadangos del Páramo natal no estaban las cosas como para tirar cohetes y, como tantos otros, hizo la maleta y marchó para Alemania. Bien es cierto que jamás borró el sueño de volver. Cada vez que venía de vacaciones lo pensaba ¿Cuánto dinero hará falta? ¿qué negocio poner? Y regresaba a Alemania a hacer lo que sabía y a lo que había ido, a trabajar. Quince años estuvo y ya vio unos ahorros, ya era el momento de pensar en el regreso.
Siendo un González y de Villadangos del Páramo... Santos González parecía predestinado a poner una zapatería y esa era la idea que más le rondaba por la cabeza pero nunca le faltó el sentido común: «Lo que ocurrió es que en unas vacaciones ya andaba con la cosa de volver y estando en el pueblo, pensando en la tradición familiar de la zapatería, me di cuenta que donde siempre había cola era en la pollería, nunca estaba vacía».
Y decidió probar. Compró un céntrico local en León, habló con su mujer Fuencisla, Sila, y para asegurarse del éxito él regresó aún dos años a Alemania pero pronto se dio cuenta de que aquello marchaba, que Sila valía como ninguna, que tenía mano y don de gentes... Y nació y creció Pollería y Charcutería Sila, y de 20 metros cuadrados pasaron a 600, y de trabajar sólo su mujer a un buen número de empleados. Y su hijo, que también vale para el negocio.
Pero Tono nunca dejó de ser Tono. Si iba de vacaciones iba a ver negocios como el suyo, si estaba en el pueblo pues les organizaba un torneo. Y para el nieto, la mejor bicicleta, que ahora tiene que pedalear él solo. Abuelo no está.