Vaya por delante una cosa que no puede ni debe desvirtuar la distendida conversación, las bromas y el evidente buen humor que siempre muestra todo un personaje como es Venancio González Medina, del Valle de las Casas «de todas la vida»: Es, y ha sido, un enorme trabajador, uno de esos impagables vecinos que después de las faenas del ganado, del campo, la casa, siempre tiene un rato para la conversación y la broma y si es alrededor de un vaso de vino, mejor. «¿Cómo que mejor? Mucho mejor, a palo seco solo es buena la leña para la cocina».
- Cuando te digo que si eres del Valle de las Casas siempre añades que «de toda la vida».
- Pues eso, que aquí nací, que aquí sigo noventa para noventa y un años después y que aquí me quedo, en esta misma casa donde estamos, que ya se dónde están todos los rincones y lo que hay en ellos.
- ¿Y las perras dónde las guardas?
- En el canto la memoria.
Es una gozada hablar con Venancio porque al margen de manejar la socarronería como nadie tiene una excelente memoria, recuerda todas las fechas y hechos, todos los parientes de cada cual. «Aquel famoso luchador de lucha libre que le llamaban El Gorila también apellidaba Merino pero mira, ése no es pariente mío; el que sí era primo de mi madre era aquel cura de Cebanico, Don Germán, que se compró el ataúd para cuando muriera y lo tenía allí en casa».
- Te puede hacer el árbol geneálogico de todo el pueblo sin levantarse de ese banco; dice su vecino Rafa, allí presente.
Venancio se ríe. Siempre muestra una sonrisa abierta y una confesión de soltero de noventa años. «¿Qué si me quise casar? Pues no te sé decir muy bien; dice que las mozas no bailaban conmigo porque me olía el aliento ¿Valen disculpas mí capitán? El caso es que así fue y ahora, la verdad, no estoy mal».
Y se ríe. Siempre se ríe.
- Cuando te digo que si eres del Valle de las Casas siempre añades que «de toda la vida».
- Pues eso, que aquí nací, que aquí sigo noventa para noventa y un años después y que aquí me quedo, en esta misma casa donde estamos, que ya se dónde están todos los rincones y lo que hay en ellos.
- ¿Y las perras dónde las guardas?
- En el canto la memoria.
Es una gozada hablar con Venancio porque al margen de manejar la socarronería como nadie tiene una excelente memoria, recuerda todas las fechas y hechos, todos los parientes de cada cual. «Aquel famoso luchador de lucha libre que le llamaban El Gorila también apellidaba Merino pero mira, ése no es pariente mío; el que sí era primo de mi madre era aquel cura de Cebanico, Don Germán, que se compró el ataúd para cuando muriera y lo tenía allí en casa».
- Te puede hacer el árbol geneálogico de todo el pueblo sin levantarse de ese banco; dice su vecino Rafa, allí presente.
Venancio se ríe. Siempre muestra una sonrisa abierta y una confesión de soltero de noventa años. «¿Qué si me quise casar? Pues no te sé decir muy bien; dice que las mozas no bailaban conmigo porque me olía el aliento ¿Valen disculpas mí capitán? El caso es que así fue y ahora, la verdad, no estoy mal».
Y se ríe. Siempre se ríe.