Los esperados... y los olvidados

José A. López, 30 años con las quitanieves de la Diputación. En Ancares y Cármenes lo ha vivido todo y lo tiene claro:«Como esta nevada no hubo otra»

Fulgencio Fernández
09 de Febrero de 2015
José Antonio López Valladares (a la izquierda) y Amez, ayer con la cuña en Cármenes. | MAURICIO PEÑA
E l pasado viernes llegaron José Antonio López Valladares y Vitalino García Puente, Moro y Tali para los vecinos pues ya son como de la casa, al bar Picogallo de Cármenes. Eran más de la 8 de la tarde, pidieron algo de comer —«lo que sea», dijo José Antonio—pues era lo primero que iban a meterse para el cuerpo en todo el día. «Estamos con un zumo».

- Fuimos a las 10 de la mañana para Canseco y bajamos ahora.

- Se os nota reventados; le dice Inma a Moro.

- Es que ayer estuvimos hasta las dos de la mañana abriendo la carretera de Vegacervera a La Vid, y a las seis y media otra vez arriba. Y el día antes peor, que fuimos a Paradilla por una carretera que no entraba ni el camión, pasé más miedo que en mi vida.

Son los chóferes de las quitanieves de la Diputación, los más esperados y, a la vez, los más olvidados, pues las gestiones van a otro nivel. Y este año más. Ellos lo explican entre bromas:«Por muchas razones, porque ha sido la nevada más grande, porque hubo mucha ventisca y porque estamos a tres meses de las elecciones y los alcaldes están alterados».

Un diagnóstico incuestionable.


Y ese cansancio viene acumulado. «Habíamos estado 13 días sin volver a casa con la anterior nevada, pues dormimos en la zona para empezar pronto a abrir, y ahora llevamos otros nueve ... y para seguir. Y uno ya va siendo mayor y duerme mal fuera de casa».

Quien así se explica es uno de los más veteranos de la ‘empresa’, José Antonio López Valladares. «Llevo exactamente treinta años, siempre para la nieve y siempre en lugares difíciles;primero estuve diez años en Los Ancares y ahora llevo veinte aquí en la zona de Cármenes, que también aprieta en pueblos como Canseco, Piornedo, Piedrafita, la Collada de Cármenes, la de Valdeteja...».

Y con esa experiencia lo tiene claro: «Ésta nevada es la más grande que he visto en estos treinta años, seguro. Otra cosa es que lo pasara peor al año de entrar en una que hubo en Ancares, subiendo para Balouta y Suárbol, tardamos 21 días en entrar y con paredes de siete metros, pero claro, aquello estaba mucho más alto».

Ycuenta mucho la experiencia. «En esto sí que es un grado, no lo dudes. Yo siempre digo que aquel año espalé más con la pala de mano que con la quitanieves, porque estábamos cada poco en la cuneta».

Yasí lleva 30 años. Abriendo pueblos, viendo la cara agradecida de gente que le saluda desde la puerta de casa, que le dice que entre a tomar un café. Así lleva treinta años, sin ningún accidente grave más allá de salirse a la cuneta. «No me aparto de que hay que tener suerte, pero te lo repito, la experiencia es un grado y a la nieve hay que conocerla».

- Y a la gente; matiza Tali.

- También, ahora mismo estoy temiendo por el domingo, que da bueno el tiempo y ya me veo encontrando a gente probando el coche o las ruedas o qué se yo, que te salen en una curva y te metes un susto de miedo.

«En 1986 tardamos 21 días en abrir algunos pueblos de Ancares, había siete metros» Estos personajes conocen a casi todos los vecinos de la comarca, especialmente a los de los pueblos más altos, y casi todo el mundo los conoce a ellos. Eso hace que a veces les pidan servicios que van más allá de los que se podría esperar del conductor de la quitanieves. «Una vez, en Balouta, vino un hombre a decirme que su padre estaba bastante malo, en la cama, y que por nada del mundo quería que lo sacaran de allí. ‘Vete tu que te tiene respeto’, me pidió, y fui para la palloza, que vivía en una palloza. Estaba allí enroscado en la cama, bueno en una especie de camastro, que quería quedarse allí aunque se muriera. Le convencí y bajamos los dos en la cabina de un MAN, que llevaba entonces, hasta Candín, allí ya le estaban esperando y lo llevaron para el médico».

En el lado contrario están los que no tienen medida, los que no se dan cuenta de la importancia de utilizar estos servicios para lo necesario. «Recuerdo un año que estábamos en Villamanín y llegaron tres de Cubillas y Casares, que teníamos que abrir, que habían bajado por unos medicamentos urgentes para un familiar y no podían subir. Dudamos, no nos daba buena espina, pero ¿cómo te arriesgas a que sea verdad? Marchamos para allá con ellos detrás, a nuestro lado, al entrar en el pueblo desaparecieron y creímos que habrían ido para la casa. Preguntamos por el enfermo y nos dijo un hombre:‘¿Enfermo?Esos tres bajaron ayer a la discoteca y no podían volver’. Y eso no puede ser. Ahora, la verdad, pasa menos porque se controla mucho».

«Un hombre estaba muy enfermo en Balouta, no hacía caso al hijo y bajó conmigo»  No cesan las anécdotas, mezcladas con muchas que les cuentan los vecinos del pueblo de las viejas nevadas, de las espaladas, de aquel cura que estuvo 8 días enterrado entre la nieve en el corral antes de poderlo enterrar en el cementerio. Viene a cuento de que se cuentan en la prensa diversos entierros convertidos en verdaderas odiseas, con máquinas estropeadas en el momento preciso.

- Eso nos ha pasado muchas veces;dicen los ‘palistas’; lo que nunca nos pasó es que se estropeara la quitanieves en agosto.

- Ni la empacadora en diciembre.

Le suena el teléfono a José Antonio. «Ay Dios, la liamos», dice, pero se le alegra la cara al ver el número: «Es de casa».

Es el contacto diario que tiene con los suyos. Pregunta por todos, también si le van a echar de comer a los perros en el pueblo, «que no se os olvide».

- ¿Qué pasa, no te fías de los chavales?; le preguntan.

- Bueno, son jóvenes, pero no me puedo quejar, he tenido mucha suerte con ellos. Rodrigo, que tiene 26 años, hizo la carrera de Ingeniero Forestal muy bien, e Ignacio, con 20, está en Comunicación Audiovisual, ya se lo decía a Mauri, que está loco con lo de hacer fotos».

- ¿Y el que luchaba?

- Rodri. Tuvo mala suerte, con una lesión muy grave de rodilla, se operó y no quedó bien, se ha vuelto a operar y hace un mes que le dieron el alta, no sé si querrá seguir, su madre dice que no se le ocurra.

Le ha sentado bien la llamada. Parece incluso menos cansado y bromea con los niños que, como cada día, le piden que no abra el camino del colegio, por las mañanas.

- ¿Nevará el lunes?

Moro mira por la ventana y les dice el mismo refrán de cada día, ante la misma pregunta: «Igual nieva, porque la luna tiene el cuerno de aguilucho, y es que puede nevar mucho, o no nieva nada y queda como estaba».

- Bueno, pues no abras, que igual hay mucho hielo y vuelcas.