La mujer de los Oteros que nació antes de tiempo

Justina González, de Matanza de los Oteros, fue la primera estudiante de Veterinaria de España. Ahora un libro escrito por su hija Mª Rosario Barrientos recuerda la vida de una pionera en la igualdad de sexos

Teresa Giganto
13 de Octubre de 2016
Justina González en 1927 junto a sus compañeros de promoción en Valladolid. Un año despues acabó las carreras de Medicina y de Veterinaria.
Poco importa ser el primero si después no se está a la altura. "Hay que saber llegar", como dice la canción de ‘El Rey’ de Vicente Fernández. Justina González fue la primera y después dedicó sus 93 años de vida a estar a la altura de aquella mujer que aún con faldas, y con todo lo que ello suponía en los años 20 del pasado siglo, entró en la universidad para convertirse en la primera que pisaba las aulas de Veterinaria de León. Entró pisando fuerte, eso sí. No podía ser de otra manera si quería adentrarse en una profesión que era de hombres, en unas universidades en las que era prácticamente imposible encontrar el nombre de una mujer. Ella lo hizo además con el añadido de venir de una familia de reputados veterinarios. Ahora una de sus hijas, Mª Rosario Barrientos, dedica un libro a una mujer que nació en Matanza de los Oteros con el espíritu de servicio a la sociedad y ya no por su trabajo, que también, sino por lo que supuso para todas las mujeres que ella fuese la pionera. Pero además de ser la primera estudiante de Veterinaria, Justina fue médico, odontóloga y pedriatra, profesiones que desempeñó primero en Valencia de Don Juan y después en la capital leonesa.

Justina González nació en 1903 en Matanza de los Oteros. Hija de Maximialiano González, veterinario de la zona, y de Nazaria Morilla. Su infancia transcurrió en los Oteros hasta que años después se trasladó a un pueblo de Palencia para vivir con sus tíos. De ahí se fue a Valladolid para preparar el acceso a la Universidad. Después se matriculó en Medicina en la capital vallisoletana y paralelamente cursó estudios de Veterinaria en León, lo que le ha dado el título de pionera de España en pisar las aulas de estos estudios. En acabarlos estuvo más presta una mujer de Córdoba, María Cerrato, quien a pesar de matricularse después consiguió antes el título al convalidar varias asignaturas con los estudios previos de Farmacia. En acabar Medicina fue la 15ª mujer de España, lo cual propició que posteriormente se especializase en odontología y pediatría. Fue también la primera dentista de León, profesión que ejerció en Valencia de Don Juan, concretamente en un inmueble de la actual calle Mayor. Allí labró sus primeros años de profesional atendiendo gratis a los niños y haciéndose valer como mujer. "Justa y reivindicativa", como dice su hija en el libro, además de "joven y soltera". No faltaron ocasiones para convertirse por ello en la comidilla de los coyantinos pero ella fue siempre "una mujer sin pelos en la lengua, cortés pero inflexible: doña Justina". Lo de doña le vino porque si en mitad del siglo pasado era impensable no tratar de don al médico, ella no iba a ser menos. El mismo temperamento mostró para las injusticias: "A una mujer no se la pega, cobarde", contestó en cierta ocasión a un hombre que iba a dar un correazo a una compañera cuando formó parte de la Sección Femenina de Valencia de Don Juan. Pero no todo iba a ser trabajo. Justina era una gran aficionada a la fotografía que incluso tuvo su propio estudio de revelado en su clínica oftalmológica de Coyanza.Se casó con 37 años, algo poco frecuente en la época, con Ignacio Barrientos, de Mansilla de las Mulas. Después se trasladaron a vivir a León y tuvieron tres hijas. ‘Justina, la primera’, el libroLa presentación del libro será este viernes en la Casa de la Cultura de Valencia de Don Juan. A las 20:00 horas el historiador Javier Revilla presentará a Mª Rosario en un acto en el que muchos tendrán la oportunidad de conocer a la que fue vecina de la localidad y con cuya biografía muchos se adentrarán además en la historia de la propia comarca, aquella del siglo pasado en la que los tractores se llamaban mulas y que cuando fallaban allí estaba el padre de Justina, Maximiliano Gómez, para poner remedio. Como los que puso a tantas y tantas gallinas del sur de la provincia gracias a su anticolérico avícola. Una vocación familiar, la veterinaria, que caló en Justina y que le ayudó para convertirse en la mujer que fue. Una historia que según su hija y escritora de la misma, "llega tarde, muy tarde", pero llega y sabe llegar, igual que la propia Justina, "con la sencillez y la humildad de los grandes, pero con esa sutil dignidad que sólo algunos consiguen y que muy pocos observadores son capaces de detectar". "Cuánto esfuerzo por conseguir la igualdad, doña Justina. Cuánta lucha callada, cuánta zancadilla, cuánta mirada torva e incrédula. Pero cuánta dignidad acumulada por haber nacido antes de tiempo, por haberte adelantado tanto".