Febrero y aquellos sabios rebeldes

Miguel Ángel González Febrero, un referente del arte leonés y de una excelente generación de artistas, falleció en León a los 72 años por complicaciones en la larga batalla contra la enfermedad que venía manteniendo desde 2003 cuando sufrió un ictus

Fulgencio Fernández
28 de Abril de 2020
Febrero en una visita que la consejera de Familia hizo a la residencia donde vivía y le muestra un catálogo de una de sus exposiciones. | SAÚL ARÉN
Última y triste secuencia para Miguel Ángel González Febrero, este domingo perdió esa batalla que venía manteniendo por la dignidad, el arte y la vida desde 2003, cuando un ictus dañó seriamente su destino pero él se superó y volvió a pintar, a crear, a exponer, a ser el indomable Febrero. Sólo un consuelo, se ha ido en el silencio de estos días pero aún con los ecos del gran homenaje en forma de exposición —que es como se le deben hacer a los artistas— que hace unos meses le hizo el Instituto Leonés de Cultura, de la mano de ese personaje que en la cultura leonesa siempre está atento a la obra, pero también a la vida, de nuestros artistas, Luis García.

Y debió ser el citado García quién pensó en un título para esta retrospectiva: 'Secuencias', porque son muchas las que componen la trayectoria de este artista, desde aquella primera de su nacimiento en León en 1948 hasta la del adiós de este domingo, 72 años después, muy pocos.

Cada vez que se habla, con todo merecimiento, del llamado boom de la literatura leonesa nunca falta quien, también con razón, reivindica que «algún día habría que pensar en los ‘plásticos’ de esta tierra». Y en ese repaso no podría faltar González Febrero.En las secuencias de la vida de Febrero en León hay un componente añadido, el grupo, la compañía, anduvo siempre en colectivos, en aventuras, en tertulias en las que se reunías unos tipos de una extraordinaria cultura y, en buena parte, rebeldes irredentos.En el catálogo y la explicación de las secuencias vitales y artísticas recreaba García algunas de ellas, pues aquellas etapas tienen una plasmación evidente en su obra y así en estas horas que han pasado se habla del pintor realista, el hiperrealista, el paisajista, los retratos, el expresionismo, la etapa informalista, el expresionismo figurativo, primitivismo... y todos juntos, más de 40 años de Miguel Ángel González Febrero, que realizó su primera exposición en 1970 y pocos años después escribía de él Antonio Gamoneda: «La tarea pictórica de Miguel Ángel González Febrero es, quizá, insuficientemente conocida de sus propios paisanos. (...) Practica un realismo postimpresionista».Al recordar Luis García esta primera etapa une su nombre al de otros referentes de arte leonés, el grupo: Luis García Zurdo, Alejandro Vargas, Modesto Llamas Gil, Petra Hernández, Antonio Gago, Manolo Jular, Enrique Estrada, Juan Carlos Uriarte... Pero había un antes en la formación de Febrero, como cuando en el Instituto Padre Isla tuvo como profesor de dibujo «a Manuel Pondal Marín, creador de formación y concepción muy clásica con el cual tuvo una buena amistad y dio sus primeros pasos, con él salía frecuentemente a pintar paisajes al campo (también con Modesto Llamas), hecho que marcó definitivamente su espíritu». Otro nombre importante, cuyo taller en Oteruelo visitó con frecuencia, fue el entrañable Luis García Zurdo, quien le aproximó «a los movimientos centroeuropeos de vanguardia (el expresionismo), que el vitralista conocía bien pues se formó en la Kusnst Akademie de Munich». Febrero se convence de la necesidad de «conocer mundo y conocer arte» y se traslada a Madrid. Los talleres en el Círculo de Bellas Artes, su formación con Víctor de los Ríos, tan vinculado a León, y Francisco Espinos, el contacto  con otros artistas y escritores, le deja profunda huella. Recordaba Luis García en aquella muestra un detalle nada menor:«Tenía el carnet de copista del Museo del Prado, espacio donde afianzó la amistad y cariño con la persona que posteriormente sería su mujer, Angelines».Y llegó su etapa de las primeras exposiciones, de los años de docencia ‘por libre’ en lugares como Navatejera y Villaquilambre, en su última etapa en el CLA, «docencia junto con su gran amigo y pintor rumano-hungaro Laszló Bartha».Aunque en el apartado artístico habría muchas más secuencias reseñables, hay otros aspectos reseñables tal vez más curiosos para los leoneses. Su regreso de Madrid no fue fácil, García habla de frustración y desilusión, pero encontró una excepcional acogida en el panorama artístico leonés, sobre todo de la mano de García Zurdo y Modesto Llamas, participando en la recordada exposición colectiva de artistas leoneses en 1974. También Llamas y ese grande de la cultura leonesa, Luis Sáenz de la Calzada, le abren otra puerta y otra muestra, la del CCAN, aquel lugar del que Maite Iglesias escribía en su tesis: «Creado en 1972, en plena dictadura por un grupo de gente, una plataforma social que luchaba por la libertad, un grupo de soñadores, un colectivo donde el pensamiento crítico, la agitación cultural y social, la programación musical han sido ejes de sus líneas fundamentales de trabajo. Por el Club pasaron políticos, profesores, ecologistas, senadores, arquitectos, escritores, obreros, pintores, biólogos, feministas, médicos, insumisos, músicos...».

Un grupo de soñadores que propició asimismo una nueva secuencia en la vida de González Febrero, que participó activamente en la vida cultural leonesa hasta aquel año 2003 de su ictus. El mismo año en el que arrancó la secuencia más dura y frente a la que jamás volvió la cara Miguel Ángel González Febrero, que volvió a recuperar los pinceles y la vida.

Ambos forman parte de su último legado, aquella retrospectiva que tan solo hace unos meses pudieron los leoneses disfrutar en el ILC.