El cocido maragato salva al madrileño

El restaurante L’Hardy, una leyenda de la hostelería de la capital, especializado en cocido madrileño, iba a cerrar pero acudió a su rescate el grupo Pescaderías Coruñesas, el imperio que creó un maragato de Combarros, Evaristo García

Fulgencio Fernández
02 de Mayo de 2021
Evaristo García tuvo que abandonar Combarros siendo un niño para irse a Madrid
La noticia gastronómica y económica de las últimas semanas en Madrid recupera la figura de un maragato de Combarros, Evaristo García, que montó un verdadero imperio en Madrid —el grupo Pescaderías Coruñesas de restaurantes y pescaderías— y ha salido al rescate de una leyenda del cocido en la capital de España, pero no del cocido maragato sino del madrileño.

Las agencias lanzaban la noticia: «Abierto en 1839, el icónico restaurante Lhardy de la madrileña carrera San Jerónimo fue capaz de sobrevivir a la gripe española y la Guerra Civil, manteniéndose casi intacto hasta nuestros días. Parecía, en cambio, que podría no resistir a a estos nuevos tiempos, en los que la Covid-19 se ha cobrado ya varias víctimastambién en el sector de la restauración. Y es que el pasado 3 de marzo, según daba a conocer El Mundo, el que es uno de los restaurante más antiguo de Madrid se presentaba a preconcurso de acreedores lo que, aunque no implicaba el cierre sería definitivo, sí hacía pública su frágil situación económica y demostraba que su futuro pendía de un hilo».

Y unos días más tarde se producía ‘el alivio’, que aparecía en la revista económica Expansión: «El Grupo Pescaderías Coruñesas, propiedad de la familia García Azpiroz y dueño de los restaurantes El Pescador, O’Pazo y Filandón, acaba de cerrar con los 14 propietarios de Lhardy un acuerdo de compra-venta. Este acuerdo -ya firmado- no solo contempla el traspaso del restaurante, sino también la compra del edificio entero que alberga Lhardy, su tienda, oficinas y pisos».

La familia García Azpiroz son los herederos del maragato Evaristo García, que presumía de un lema para reafirmar la seriedad de su negocio: «Palabra de maragato»; y le gustaba decir que «lo más bello de mi biografía no son los triunfos sino sus ‘mocos’, su infancia en Combarros y aquellos primeros años en Madrid repartiendo pescado con unas zapatillas de esparto».

«Nunca he olvidado mi infancia. Jugaba con otros 40 niños al ‘rescatao’, era monaguillo y el cura nos pagaba 15 céntimos, una vez le dijimos que nos subiera el sueldo y al llegar a casa mi padre nos dio una buena».

Duró poco aquella infancia, con nueve años ya tuvo que marchar para Madrid, ciudad a la que había emigrado antes su padre, Norberto, para trabajar en las Pescaderías Coruñesas. Después de casarse pasó a la pescadería La Astorgana, en la calle León 22, que era propiedad de su suegro, y entonces ya llevó al niño Evaristo, que así describe aquel momento: «Un menudo leonés de nueve años cargaba con las cestas de pescado y marisco para llevarlas a la alta sociedad en el barrio de Salamanca».

Antes había pasado la Guerra en su pueblo, de la que solo tiene un amargo recuerdo, de cuando hirieron a su hermano Pedro y después lo llevaron a San Marcos, que entonces era cárcel. «No hay palabras para describir el dolor de mi madre. En cuanto se enteró marchó andando del pueblo a León. Rogó y suplicó hasta que pudo ver a Pedro, que no se tenía en pie, ni andaba… lo sacó adelante».

En 1942 llegó a Madrid. Vivía en el mismo local de la pescadería, muy frío, sin calefacción. «En invierno sacábamos el puesto de pescado a la calle. ¡Qué duro era! En las cajas se hacían chupiteles de hielo y así, de la mañana a la noche. Menudos sabañones, cuánto frío».

«Desde los 12 hasta los 22 años repartía en los mejores restaurantes de Madrid. Llegaba hasta el Hipódromo andando con un carrito…» y siempre contaba una anécdota. «Tendría 15 años y entré al hotel Palace con la cesta a cuestas. El jefe me subió a la báscula a mí, pesé 53 kilos, después pesó la cesta: 58 kilos».

Con 23 años compró Pescaderías Coruñesas y empieza otra historia.