De las calles de barro a la poesía más intensa

Inocencia Montes, poeta nacida en Tabuyuelo de Jamuz, escribe con desgarro y abre su corazón en sus versos, sin rehuir asunto alguno

Mercedes G. Rojo
06 de Noviembre de 2018
Inocencia Montes en una participación en el Ágora de la poesía. | NEMONIO
"Creo que en un mundo paralelo sin móviles ni ordenadores, Concha leerá cartas". Con estas palabras introducía Inocencia Montes (Tabuyuelo de Jamuz), el texto que le dedicaba a Concha Espina el pasado 8 de marzo en el homenaje organizado en rescate de su memoria en León y en el que participa junto acasi un centenar de mujeres artistas; y a continuación nos regala una hermosa carta en verso en la que acerca su pasado y nuestro presente mientras hace un reflexivo repaso por los paisajes y personajes que ella nos dejó, por los caminos que nos abrió y aquellos en los que aún estamos enredadas en caminar.Con ella, con Inocencia, retomamos los caminos literarios en este recorrido artístico por las féminas creadoras de nuestra geografía más próxima: nuestra provincia y sus múltiples comarcas.

Nacida en un pequeño pueblecito de la comarca del Jamuz, próximo a La Bañeza, Inocencia Montes es una poeta brava a la que no le duelen prendas a la hora de escribir, de indagar en su interior -que muchas veces es también el nuestro-; que escribe con desgarro y desvergüenza (dirían algunos), abriendo su corazón y sus carnes al lector que se topa con sus versos, sin guardarse en la recámara tema alguno.

Esta escritora, que actualmente forma parte del colectivo 'En boca de mujer', que reúne a varias poetas de las tierras bañezanas para llevar la poesía y la literatura allá donde quieran escucharlas, se define a sí misma como dos mujeres en un mismo cuerpo: Rocío, la que camina día a día por la calle, trabaja, ríe y llora , haciendo una vida como la de los demás, e Inocencia, ese "alter ego" que le permite sacar a la luz lo más profundo de si misma.

En algún sitio leí alguna vez que Inocencia Montes comenzó su carrera literaria con el libro Corazón de golondrina, para continuarlo después con Las ausencias del palomar; sin duda hablamos de su expresión pública porque en su día a día la poesíaforma parte de su esencia hasta tal punto que en alguno de sus versos llega a decir: "… No quiero flores. Llevadme pluma … y papel" (De Nadie, en Las ausencias del palomar).

Inocencia se toma con calma eso de compartir sus versos con el público, se los reserva primero para los ambientes más íntimos, los va desgranando poco a poco, compartiéndolos en momentos especiales como en el encuentro de Poesía para vencejos en el que ha participado, o en los propiciados a través de su participación en la antología Poemas por vidas, o en la más reciente del Homenaje a Concha Espina: una mujer invisible. En cada una de esas presencias, nos sigue mostrando las distintas etapas que marcan el camino de su vida, como ya lo hizo en el último de sus libros, etapas en las que están presentes amores, desamores, búsquedas, inquietudes, ilusiones, desengaños, …, pasados siempre por el tamiz de la gran carga poética que atesora y que es capaz de engarzar entre palabras brillantes y sentimientos profundos, en los que late a un tiempo la presencia de sus numerosas lecturas (a veces, reconoce, se pierde en el inmenso mundo de los poetas que la precedieron y le dieron alas, leyendo, solo leyendo) y del mundo cotidiano que la rodea, un mundo muy ligado a lo rural, a las tierras que le dieron vida y a las que necesita volver tras sus escapadas, tras los viajes que también la nutren, para digerir ese alimento que, día a día, le da el ser que la conforma.

Y se desgrana en una dualidad Rocío – Inocencia, en la que la primera es la niña que se escondía para escribir,la mujer que más bien pocos saben que lo hace; mientras Inocencia lanza al mundo, en sus palabras, todo lo que de otra forma quedaría ahogado en lo más profundo de su intimidad; una voz para descubrir y escuchar, que saca de la tierra parte de la fuerza que la acompaña y de la que esperamos para pronto nuevos versos en los que sin duda ésta seguirá estando presente a través de esas metáforas con las que la poeta nos transmite su esencia: el vino, la maíz, el viento, el lobo, la noche y la mañana, el agua que fluye, los secretos lugares que nos acogen; elementos todos que definen a una escritora que se describe así: "Qué gracia, me piden semblanza como si yo fuera poeta, si sólo soy una memoria frágil que vomita en cualquier papel. Me piden logros académicos, qué gracia, con lo poco que recuerdo de aquella época en la que me amaestraban y de la que me siguen descontaminando mis profesores más queridos. Qué gracia, nacer en un pueblo con calles de barro es la única licenciatura que nunca falla. La otra la encontraréis doblada en el segundo cajón de la cocina. Inocencia Montes. Moza rural". Una presentación de si misma como ésta es, para mí, motivo más que suficiente para sumergirse en sus versos y dejar que nos descubran su verdadera esencia. Les invito a ello.