El disco de Van Morrison que más me gusta es “The Healing Game” y de él, muy especialmente, “Sometimes We Cry”. En ella, Van “The Man” nos enfrenta a las limitaciones que nos perturban: “A veces sabemos, a veces no/ A veces damos, a veces no podemos./ A veces somos fuertes, a veces nos equivocamos.”; y que nos llevan al límite: “A veces lloramos”.
¿Qué podemos hacer en esas situaciones? Él mismo contesta: “Bueno, vamos a sentarnos y a pensarlo bien./ Si solo somos seres humanos ¿qué más podemos hacer?/ Lo único que podemos hacer es tragarnos el orgullo”. Y eso, por supuesto, nos lleva a lo que ya nos temíamos: “A veces lloramos”.
Está bien –se dice el cantante- no nos engañemos, ya sabemos cómo va a acabar esto pero, ya que no podemos evitarlo, afrontémoslo y vivamos con entereza: “Antes de que me pongan en un ataúd y me lleven/ no voy a fingir como Johnnie Ray./ A veces vivimos, a veces morimos./ A veces lloramos”.
Reconozco que el estribillo es lacrimógeno y el mensaje parece pesimista; sin embargo, a mí me produce el efecto contrario: me reconcilia con la vida. Sí, claro que yo también he llorado a veces, y que voy a morir (aunque no dejaré que me metan bajo tierra en un ataúd), pero he vivido. Y he reído. En realidad, si echo la vista atrás, me siento afortunado: he asistido al Mágico Viaje de los Cuatro Fabulosos, he visto a un tipo dar saltitos por la Luna disfrazado de muñeco de Michelín, he saludado al cometa Halley en su incandescente vagabundeo, he celebrado la fiesta de todo un pueblo subido a una gabarra (Aupa mutilak!), he subido a una modesta montaña y ha sido como tocar el cielo, he conocido el amor y el desamor, y eso me ha hecho amar más.
“A veces vivimos, a veces morimos./ A veces lloramos, a veces lloramos...”.
A veces lloramos, vale, pero solo a veces.
¿Qué podemos hacer en esas situaciones? Él mismo contesta: “Bueno, vamos a sentarnos y a pensarlo bien./ Si solo somos seres humanos ¿qué más podemos hacer?/ Lo único que podemos hacer es tragarnos el orgullo”. Y eso, por supuesto, nos lleva a lo que ya nos temíamos: “A veces lloramos”.
Está bien –se dice el cantante- no nos engañemos, ya sabemos cómo va a acabar esto pero, ya que no podemos evitarlo, afrontémoslo y vivamos con entereza: “Antes de que me pongan en un ataúd y me lleven/ no voy a fingir como Johnnie Ray./ A veces vivimos, a veces morimos./ A veces lloramos”.
Reconozco que el estribillo es lacrimógeno y el mensaje parece pesimista; sin embargo, a mí me produce el efecto contrario: me reconcilia con la vida. Sí, claro que yo también he llorado a veces, y que voy a morir (aunque no dejaré que me metan bajo tierra en un ataúd), pero he vivido. Y he reído. En realidad, si echo la vista atrás, me siento afortunado: he asistido al Mágico Viaje de los Cuatro Fabulosos, he visto a un tipo dar saltitos por la Luna disfrazado de muñeco de Michelín, he saludado al cometa Halley en su incandescente vagabundeo, he celebrado la fiesta de todo un pueblo subido a una gabarra (Aupa mutilak!), he subido a una modesta montaña y ha sido como tocar el cielo, he conocido el amor y el desamor, y eso me ha hecho amar más.
“A veces vivimos, a veces morimos./ A veces lloramos, a veces lloramos...”.
A veces lloramos, vale, pero solo a veces.