Fue el caso que, cuando las confesiones generales de Semana Santa, y siendo él un rapazón, metió la cabeza por el ventanuco del confesionario y empezó a soltar la riestra de pecadillos de poca monta: que si meter las vacas en la finca de otro; que si cambiar una mojonera; que si no llevarse bien con fulano; que si faltar a misa algún domingo; que si pescar truchas en el coto; que si mirar de aquella manera a las mozas...
Y Don Prudencia, el Párroco:
– ¿Qué más, qué más?
Y venga a tirarle de la lengua, como quien pesca a caña.
Después de un largo silencio que se podía untar en un rescaño de pan blanco, el penitente se metió en el confesionario hasta la cintura y desembuchó su costal de pecados:
– Pues que me se empina la ‘burra’ y tengo que sacarla al trote hasta que se desfoga a sus anchas.
Fue entonces cuando Don Prudencio, que era un santo, carraspeó tres veces y dijo:
– ¡Mejor que sea así, hijo, mejor que sea así! Porque si a tu edad no se te empina la ‘burra’ que dices, tendrías que acudir al médico y pagarle la Iguala. La Naturaleza es así, y nos va preparando para tener hijos y propagar la especie. Reza un Padrenuestro por las Benditas Animas del Purgatorio, y vete en paz.
Si el segador de Sanabria desembuchó en mí, sería para dar un descanso a la guadaña y compartir conmigo un cigarro de petaca. ¡Cualquiera sabe!
Recuerdo ahora que Noé, cuando salió del Arca, plantó una viña, bebió su vino, agarró una cogorza y se quedó dormido y con la ‘burra’ suelta. Y su hijo Can se partía de risa. Pero sus hijos Sem y Jafet entraron de espaldas y le echaron un manto sobre las vergüenzas.
Mientras escribo estas cosas al natural, Miguel Torga me dice en su ‘Diario del 3 de Abril de 1975’:
"No hay nada más repugnante
que un escritor que eyacula
por la pluma".
Y su criada MUTI le decía a Sinuhé el Egipcio:
"Todo el mal proviene
de ese pequeño objeto
que ocultáis tras el delantal
porque os avergonzáis de él,
lo cual no me extraña".
Y Don Prudencia, el Párroco:
– ¿Qué más, qué más?
Y venga a tirarle de la lengua, como quien pesca a caña.
Después de un largo silencio que se podía untar en un rescaño de pan blanco, el penitente se metió en el confesionario hasta la cintura y desembuchó su costal de pecados:
– Pues que me se empina la ‘burra’ y tengo que sacarla al trote hasta que se desfoga a sus anchas.
Fue entonces cuando Don Prudencio, que era un santo, carraspeó tres veces y dijo:
– ¡Mejor que sea así, hijo, mejor que sea así! Porque si a tu edad no se te empina la ‘burra’ que dices, tendrías que acudir al médico y pagarle la Iguala. La Naturaleza es así, y nos va preparando para tener hijos y propagar la especie. Reza un Padrenuestro por las Benditas Animas del Purgatorio, y vete en paz.
Si el segador de Sanabria desembuchó en mí, sería para dar un descanso a la guadaña y compartir conmigo un cigarro de petaca. ¡Cualquiera sabe!
Recuerdo ahora que Noé, cuando salió del Arca, plantó una viña, bebió su vino, agarró una cogorza y se quedó dormido y con la ‘burra’ suelta. Y su hijo Can se partía de risa. Pero sus hijos Sem y Jafet entraron de espaldas y le echaron un manto sobre las vergüenzas.
Mientras escribo estas cosas al natural, Miguel Torga me dice en su ‘Diario del 3 de Abril de 1975’:
"No hay nada más repugnante
que un escritor que eyacula
por la pluma".
Y su criada MUTI le decía a Sinuhé el Egipcio:
"Todo el mal proviene
de ese pequeño objeto
que ocultáis tras el delantal
porque os avergonzáis de él,
lo cual no me extraña".