Aunque hizo su vida en San Román de Bembibre, al lado de su marido Francisco González, fallecido hace más de dos décadas, Felicitas Esteban es de cuna zamorana y ahora vive en Sabadell, al lado de su hijo Antonio. Allí celebró sus 108 años, al cuidado de los suyos y de una pandemia de la que se ha vacunado ya para poner a salvo esas tres cifras que le hacen encabezar la longevidad de ese municipio catalán. Por eso, la alcaldesa de Sabadell, Marta Farrés, ha querido acercarse a su casa para felicitarla en su 22 de noviembre.
Feli es también la abuela de Bembibre y va escalando posiciones año tras año con un físico que le permite avanzar. Pese a que sus recuerdos se enmarcan más en su Sejas de Sanabria infantil ahora, San Román es el que más se acuerda de ella y sus vecinos la felicitan cada año. Allí tiene aún la casa familiar, donde crió a seis hijos, de los que conserva cinco. Feli se dedicó a ello, mientras que Francisco recorría los pueblos bercianos llevando cacharros en un macho, del que se acuerdan sus hijos aún. Nazario, Esther, Antonio, Obdulia, Yolanda y Paquito salieron de aquel pueblo en el que también tenían viñedos y algún castaño.
La autovía y el tiempo se llevaron casi todo, las tierras, las personas...Pero Feli sigue irreductible, sin saber lo que significa seguir sumando a esas tres cifras años, algo que para los demás es más que un aplauso. Solo sabe que no le duele nada, que come tres yogures al día y que hay un jato al que recomienda no acercarse "porque te manda al demonio". Son relatos que tal vez recuerda y reaparecen entre unas canas lucidas y unas manos arrugadas que acarician su alianza.
Feli, la abuela de San Román, cumple un año más y soplas las velas sin deseos, porque los ha cumplido todos.
Feli es también la abuela de Bembibre y va escalando posiciones año tras año con un físico que le permite avanzar. Pese a que sus recuerdos se enmarcan más en su Sejas de Sanabria infantil ahora, San Román es el que más se acuerda de ella y sus vecinos la felicitan cada año. Allí tiene aún la casa familiar, donde crió a seis hijos, de los que conserva cinco. Feli se dedicó a ello, mientras que Francisco recorría los pueblos bercianos llevando cacharros en un macho, del que se acuerdan sus hijos aún. Nazario, Esther, Antonio, Obdulia, Yolanda y Paquito salieron de aquel pueblo en el que también tenían viñedos y algún castaño.
La autovía y el tiempo se llevaron casi todo, las tierras, las personas...Pero Feli sigue irreductible, sin saber lo que significa seguir sumando a esas tres cifras años, algo que para los demás es más que un aplauso. Solo sabe que no le duele nada, que come tres yogures al día y que hay un jato al que recomienda no acercarse "porque te manda al demonio". Son relatos que tal vez recuerda y reaparecen entre unas canas lucidas y unas manos arrugadas que acarician su alianza.
Feli, la abuela de San Román, cumple un año más y soplas las velas sin deseos, porque los ha cumplido todos.