La Deportiva siempre vuelve

Por Alejandro Cardenal

02 de Febrero de 2022
Agus Medina se lamenta mientras el colegiado señala el penalti frente al Tenerife. | LALIGA
Qué bien empezó el domingo y qué mal acabó. Sin ser yo el mayor fan del tenis en general y de Nadal en particular, lo que le hizo al pobre Medvedev es historia del deporte. Porque cualquiera en su lugar, en la recta final de su carrera, recién salido de un calvario de lesiones y sin nada que demostrar, a mitad del tercer set hubiera recogido los bártulos y se hubiera ido a su casa. O habría pedido que entrara el masajista y se hubiera dejado llevar hasta que el ruso rematase la faena.

Por eso Nadal está donde está y el resto lo vemos por la tele o nos conformamos con escribir sobre sus hazañas. Para hacer historia, para ser leyenda, hace falta talento, instinto y entrenamiento, pero si detrás no hay una cabeza y una personalidad bien amueblada, de poco sirve. Es lo que diferencia a los Nadales y los Gasoles de los Kyrgios y los Ballotellis.

Y por desgracia la Ponferradina el domingo se pareció más a estos últimos. La maratón deportiva que tan bien había empezado se empezó a torcer con los Hispanos y un criterio arbitral en el último minuto, como poco, discutible, y terminó con pájara en El Toralín.

Sí, una vez más quedó claro que el problema del arbitraje en España no era la falta de tecnología o de ayuda. Como decía mi madre, de donde no hay, no se puede sacar. Pero aunque hayamos aprendido a base de palos que hay que ir con pies de plomo en lo que respecta a los señores del pito, la Deportiva perdió por su incapacidad para salir del bloqueo mental que supuso el penalti y su posterior repetición.

Porque analizando el partido en su totalidad, el duelo se podía haber dejado, si no sentenciado, al menos encarrilado en la primera parte. Fue, salvando las distancias, un ‘déjà vú’ de lo que pasó ante el Zaragoza, aunque entonces no verse nunca por debajo en el marcador o cómo se esfumaba una ventaja en el marcador evitó males mayores.

Aunque la Deportiva nunca bajase los brazos, su incapacidad para gestionar el nuevo escenario del partido y la frustración que supone el exceso de celo arbitral, con el episodio de Copete y el infame episodio del Tartiere todavía en la retina, tumbaron cualquier amago de remontada.

Pero incluso después de la decepción que supuso la remontada de un rival directo en casa, hay motivos para seguir confiando en este equipo. La Deportiva no fue Nadal el domingo, pero lo ha sido cuando ha hecho falta.

La Ponferradina ya no se atasca en los baches ni se deja llevar por la deriva. Ya se levantó después de aquel bajón de la temporada en el ascenso en las que incluso pareció peligrar el ‘playoff’ y al año siguiente también reaccionó a tiempo para tumbar al Almería en la penúltima jornada cuando la sombra del descenso acechaba. Y lo volverá a hacer esta vez. La Deportiva siempre vuelve.