Mil veces escuché la historia del «mulo del madreñero» que llevaba a su dueño dormido en el pescante del carro cargado de madreñas y él iba directo a todos los bares que su jefe frecuentaba. Se paraba en la puerta y en ese momento despertaba el artesano que al pasar ante el mulo susurraba: «No iba a entrar, pero ya que paras».
Este domingo me acordé de la historia. La lucha vive momentos extraños, no se sabe bien si existe o no, si hay actividad o no... pero este domingo apareció el carro cargado con el mulo al frente. Y la gente acudió a Camposagrado y los luchadores. Y la lucha. Porque el mulo de la lucha sabe que allí tiene parada.
Y la tenía. Algunos hacían como el madreñero y susurraban que porque los llevaron pero... estaban como sin ganas. Roberto Guti, el de Prioro, después de tantas ausencias apareció pero se pasaba 800gramos de semipesados y decidió no correr. «Me engañó la romana», bromeaba, ajeno a que pocos minutos después casi la prepara y estuvo a punto de meterse en la final de pesados.Guiller también se pasó y se lo tomó con una sonrisa, como siempre, pero lo de correr tampoco le pareció oportuno. Otros no fueron (Ibán, los del Blanco, Roberto Bulnes...). Las cosas de principios de temporada.
Y ya que hablamos de pesados... vamos con ellos. No estaba el campeón, Bulnes; Caberín sigue en sus 100 kilos; Likete ya está ahí para quedarse; los Quiñones, ya se sabe, nunca se sabe; y el pescador, Víctor J. Hernández se presentó con 126,400 kilos, impresionante, y lleno de quemaduras y picaduras: «Estuve pescando en Galicia, ocho horas a la solana, sudando como un perro, bajé cuatro kilos pero me machacaron».
El primer aldabonazo lo dio el ‘semi’ Guti tirando a Jesús Quiñones primero y haciendo una semifinal preciosa con Abel Isaí Cabero, estuvieron empatados a caída y media y todo pudo pasar. A ver si Guti no se cansa de ir a los corros.
A Caberín le esperaba en la final un feliz Likete, inquieto, de aquí para allá, después de derrotar con mucha raza a un Víctor J. que le saca 30 kilos. Pero nada pudo hacer en la final frente a su amigo y maestro Caberín. Abel Isaí se encuentra cómodo con rivales de su peso y empezar el año ganando puede —y tal vez debe— ser la mejor terapia para ahuyentar los fantasmas que le tienen frito.
Este domingo me acordé de la historia. La lucha vive momentos extraños, no se sabe bien si existe o no, si hay actividad o no... pero este domingo apareció el carro cargado con el mulo al frente. Y la gente acudió a Camposagrado y los luchadores. Y la lucha. Porque el mulo de la lucha sabe que allí tiene parada.
Y la tenía. Algunos hacían como el madreñero y susurraban que porque los llevaron pero... estaban como sin ganas. Roberto Guti, el de Prioro, después de tantas ausencias apareció pero se pasaba 800gramos de semipesados y decidió no correr. «Me engañó la romana», bromeaba, ajeno a que pocos minutos después casi la prepara y estuvo a punto de meterse en la final de pesados.Guiller también se pasó y se lo tomó con una sonrisa, como siempre, pero lo de correr tampoco le pareció oportuno. Otros no fueron (Ibán, los del Blanco, Roberto Bulnes...). Las cosas de principios de temporada.
Y ya que hablamos de pesados... vamos con ellos. No estaba el campeón, Bulnes; Caberín sigue en sus 100 kilos; Likete ya está ahí para quedarse; los Quiñones, ya se sabe, nunca se sabe; y el pescador, Víctor J. Hernández se presentó con 126,400 kilos, impresionante, y lleno de quemaduras y picaduras: «Estuve pescando en Galicia, ocho horas a la solana, sudando como un perro, bajé cuatro kilos pero me machacaron».
El primer aldabonazo lo dio el ‘semi’ Guti tirando a Jesús Quiñones primero y haciendo una semifinal preciosa con Abel Isaí Cabero, estuvieron empatados a caída y media y todo pudo pasar. A ver si Guti no se cansa de ir a los corros.
A Caberín le esperaba en la final un feliz Likete, inquieto, de aquí para allá, después de derrotar con mucha raza a un Víctor J. que le saca 30 kilos. Pero nada pudo hacer en la final frente a su amigo y maestro Caberín. Abel Isaí se encuentra cómodo con rivales de su peso y empezar el año ganando puede —y tal vez debe— ser la mejor terapia para ahuyentar los fantasmas que le tienen frito.