Saliou Taye es senegalés y tiene 37 años. Hace solo uno que llegó a León después de atravesar Marruecos y cruzar el estrecho en patera junto a otros nueve migrantes. Cuando «decía adiós a mis amigos y familiares», asegura, «no podía imaginar lo difícil que iba a ser». Porque atravesar el Mediterráneo, recordaba, «fue una pesadilla». Cuenta que viajaron con los pies en el agua, que volcaron dos veces y era una «lucha contra la muerte». A pesar de ello celebra que «tuvimos suerte y nos localizó salvamento y Cruz Roja». Ya a salvo, «me volvía toda la película de este horrible viaje, durante el cual llegué a desear que esta muerte fuera rápida», confiesa.
Después de pasar por un centro de internamiento en Algeciras, «fue un alivio encontrarme con una muy buena persona que me aconsejó acudir a Cáritas», explica. Después de eso, «volví a vivir», reconoce.
Ayer trataba de contar su historia a los que visitaban la exposición de Cáritas en el Obispado de León haciendo un gran esfuerzo para hablar español, a pesar de quellegó «sin entender nada». «Ahora me toca a mí aprender, asimilar y merecerme toda la ayuda que estoy recibiendo», admitía prometiendo «seguir luchando» para «ser una persona integrada en la sociedad española y tener los papeles que me permitan vivir en esta tierra de acogida».
Después de pasar por un centro de internamiento en Algeciras, «fue un alivio encontrarme con una muy buena persona que me aconsejó acudir a Cáritas», explica. Después de eso, «volví a vivir», reconoce.
Ayer trataba de contar su historia a los que visitaban la exposición de Cáritas en el Obispado de León haciendo un gran esfuerzo para hablar español, a pesar de quellegó «sin entender nada». «Ahora me toca a mí aprender, asimilar y merecerme toda la ayuda que estoy recibiendo», admitía prometiendo «seguir luchando» para «ser una persona integrada en la sociedad española y tener los papeles que me permitan vivir en esta tierra de acogida».