La voz amiga con guardapolvo azul

Fallece a los 88 años Amador García, patriarca de Embutidos y Restaurante Ezequiel

Fulgencio Fernández
09 de Enero de 2017
Tenemos de todo, embutidos, roscas, queso... y sobre todo, buena conversación.
Cuando entrabas en cualquiera de las empresas de Ezequiel en Villamanín, en medio del barullo que en todas hay, te quedabas mirando y no tardaba en aparecer Amador, con el guardapolvo azul, siempre con el guardapolvo azul:«¿Qué pasa amigo?». Era la voz amiga. Era el que nunca tenía prisa pese al barullo, y la mejor demostración de que siempre se puede llegar, incluso yendo despacio. El que era capaz de aprovechar 30 segundos para echar una cabezada mientras uno de los de la partida de tute iba al baño.

No hace mucho que cumplió 88 años y un amigo, de los de la partida de todos los días, Loles, me insistía:«Tenías que hacerle algo a Amador, hace 88 años»... como si supiera algo, como si lo intuyera....

Era Amador uno de esos personajes irrepetibles, capaz de montar un imperio con un guardapolvos azul, listo por naturaleza, trabajador por genética. Supo recibir la tradición familiar de la ganadería de las ovejas, los rebaños y la trashumancia del patrón primero, Ezequiel, el que sigue en el recuerdo con el nombre de las empresas, el que le puso a su primer hijo. Supo ver que no venían los mejores tiempos para los rebaños y fue cambiando al restaurante, a los embutidos... todo junto, todo cerca, allí en mitad del pueblo donde fue creciendo todo, hasta que la nueva carretera le llevó a unos metros. También lo supo ver y se fue allí, a la orilla, el primero.

Yviajaba constantemente de uno a otro lado de las vías y la carretera, en bicicleta y guardapolvo. En un lado, el pueblo, estaba la historia, en el otro el futuro y el negocio, y él no renunciaba a ninguno de los dos. Estabas hablando con él, no sabías si te había dicho algo y ya estaba cruzando la carretera en su vieja bicicleta.

Muchos temieron que se quedara en el asfalto pues parecía no mirar cuando iba a cruzar. Pero el destino quiso que ese tren que tan bien conocían en aquella casa un día se llevara en el rebufo a su mujer, Inés. Ahí empezó a morir Amador, no volvió a ser Amador aunque sí siguió siendo la voz cercana, el hombre del guardapolvo azul que te preguntaba, que te aconsejaba, «prueba este chorizo».

Todos te pueden contar una anécdota de Amador y su forma de entender la vida. A mi no se me olvida una, en el pueblo, en el restaurante viejo, con un cliente amigo, Montanel:

- ¿Que te doy por la comida?
- Seiscientas pesetas.
- Toma trescientas.

Las cogió y no dijo ni palabra. Sonrió y musitó:«Tiene que volver. Y si no vuelve, peor para él». Ymarchó para el secadero, a ver cómo estaba el embutido. «No hiela un cristo».

Será muy difícil entrar en el barullo de idas y venidas del Ezequiel, en ese no saber hacia dónde caminar y que en esa duda no aparezca andando despacio, sin prisas y sin dar voces, Amador con el guardapolvo azul.

- ¿Qué pasa amigo?
Nada, que no estás, ¿te parece poco?