Tocan a muerto las campanas en Los Montes (Igüeña) mientras las cuatro viudas esperan la llegada del cura para dar sepultura al último paisano que las acompañaba. El cura nunca llegó y ellas mismas oficiaron el entierro. Las escena tuvo lugar en 1981 en una aldea perdida en el Alto Bierzo y era parte de la película ‘Los Montes’ de Chema Sarmiento. Sin embargo, pese a su precocidad, no se puede etiquetar el filme como profético porque ya entonces el lobo de la despoblación diezmaba ferozmente los censos. El declive se ha mantenido durante años y en la provincia son ya 949 los pueblos que tienen menos de 100 habitantes, una cifra simbólica que, en contraposición, se queda escasa para muchas comunidades de propietarios de León y Ponferrada, incluso de Villaquilambre y San Andrés del Rabanedo.
Solo en la última década, por continuar con los simbolismos, casi 60 pueblos más han pasado a forma parte de esta lista, que evidencia los fracasos en las escasas políticas dirigidas a frenar el fenómeno y las consecuencias del actual modelo económico y productivo para el medio rural. Pero han tenido que pasar casi cuatro décadas desde que aquellas mujeres se vieran obligadas a dar sepultura al último hombre de un pueblo de tapias comidas por las zarzas y aislado en El Bierzo para que esta realidad comience a captar tímidamente la atención de la ciudadanía –española y europea, que es una situación que se vive en muchos territorios– más allá de promesas políticas en busca de ese puñado de votos –que en León son unos 200.000– colándose sorpresivamente en programas de televisión en horas de máxima audiencia y en libros que se ven en la parte alta de las listas de ventas.
Cabe aclarar que estos datos se refieren a los núcleos que el INE define como ‘entidades singular de población’, que engloban «cualquier área habitable del término municipal, habitada o excepcionalmente deshabitada, claramente diferenciada dentro del mismo, y que es conocida por una denominación específica que la identifica sin posibilidad de confusión». Sin embargo, este concepto válido para la observación estadística no se corresponde necesariamente con el de ‘entidad local menor’, la denominación política y administrativa definido por la Ley Reguladora de las Bases del Régimen Local. Hay niveles de desagregación menores que hacen que la lista sea todavía más larga.
Por otra parte, en cuanto a la incidencia del fenómeno, es cierto que afecta con más fuerza a los pueblos de montaña, aquellos con peores comunicaciones y con menores recursos productivos, pero también se puede observar en latitudes más bajas, en localidades menores próximas a otras de mayor tamaño. Se trata de pedanías, de barrios, de aldeas que en muchos casos se emplazaron específicamente en lugares concretos para cumplir una misión definida de guarda, fonda, cruce... y con su misión agotada pierden su sentido.
Solo en la última década, por continuar con los simbolismos, casi 60 pueblos más han pasado a forma parte de esta lista, que evidencia los fracasos en las escasas políticas dirigidas a frenar el fenómeno y las consecuencias del actual modelo económico y productivo para el medio rural. Pero han tenido que pasar casi cuatro décadas desde que aquellas mujeres se vieran obligadas a dar sepultura al último hombre de un pueblo de tapias comidas por las zarzas y aislado en El Bierzo para que esta realidad comience a captar tímidamente la atención de la ciudadanía –española y europea, que es una situación que se vive en muchos territorios– más allá de promesas políticas en busca de ese puñado de votos –que en León son unos 200.000– colándose sorpresivamente en programas de televisión en horas de máxima audiencia y en libros que se ven en la parte alta de las listas de ventas.
Datos, políticas
Las cifras son claras. De acuerdo con el Padrón actualizado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) a fecha de julio del pasado año, son 949 los pueblos que tienen menos de 100 habitantes, frente a los 890 de hace diez años.Una estimación imprecisa de la media, pero impactante, arroja que cada año 6 pueblos bajan del nivel de cien habitantes.Cabe aclarar que estos datos se refieren a los núcleos que el INE define como ‘entidades singular de población’, que engloban «cualquier área habitable del término municipal, habitada o excepcionalmente deshabitada, claramente diferenciada dentro del mismo, y que es conocida por una denominación específica que la identifica sin posibilidad de confusión». Sin embargo, este concepto válido para la observación estadística no se corresponde necesariamente con el de ‘entidad local menor’, la denominación política y administrativa definido por la Ley Reguladora de las Bases del Régimen Local. Hay niveles de desagregación menores que hacen que la lista sea todavía más larga.
Por otra parte, en cuanto a la incidencia del fenómeno, es cierto que afecta con más fuerza a los pueblos de montaña, aquellos con peores comunicaciones y con menores recursos productivos, pero también se puede observar en latitudes más bajas, en localidades menores próximas a otras de mayor tamaño. Se trata de pedanías, de barrios, de aldeas que en muchos casos se emplazaron específicamente en lugares concretos para cumplir una misión definida de guarda, fonda, cruce... y con su misión agotada pierden su sentido.