Nos anima el poeta cuando el invierno se hace duro asegurando en verso que «la naturaleza siempre responde a los rigores del invierno con la explosión de la primavera y sus colores». Pues gracias, pero en medio de la nevada las rimas se ahogan.
Nos anima el bueno de Mauri, cuando a la oscuridad del cambio de hora se suma a los rigores de las aguas que se desmadran en los ríos, con una estampa veraniega y al aire libre. Un desfile de moda en plena calle para que los paseantes vean la pasarela y se sienten a observar y a disfrutar de esas tardes cálidas y refrescantes, esos días de sandalias y deportivas, de terrazas y cafés con hielo, de fotos a la Catedral...
Son recuerdos de los que podíamos llamar, recordando cómo Han Magnus Enzensberger tituló la biografía del leonés Durruti, «el corto verano de las sandalias». Habrá que valorar el esfuerzo y la buena voluntad de Mauri, pero esta provincia es la que es y volvemos a los recuerdos de quien la bautizó como «tierra para osos y canónigos», de quien le dio por referirse a ella como «la capital del frío»(Marga Merino) o de la socarronería popular, que cuando habla de su ciudad afirma que «sólo hay dos estaciones:El invierno y la del tren».
Ahora, por suerte, ya son tres, si contamos con la del AVE. Para algo nos tenía que servir el progreso, cambio climático mediante.
Nos anima el bueno de Mauri, cuando a la oscuridad del cambio de hora se suma a los rigores de las aguas que se desmadran en los ríos, con una estampa veraniega y al aire libre. Un desfile de moda en plena calle para que los paseantes vean la pasarela y se sienten a observar y a disfrutar de esas tardes cálidas y refrescantes, esos días de sandalias y deportivas, de terrazas y cafés con hielo, de fotos a la Catedral...
Son recuerdos de los que podíamos llamar, recordando cómo Han Magnus Enzensberger tituló la biografía del leonés Durruti, «el corto verano de las sandalias». Habrá que valorar el esfuerzo y la buena voluntad de Mauri, pero esta provincia es la que es y volvemos a los recuerdos de quien la bautizó como «tierra para osos y canónigos», de quien le dio por referirse a ella como «la capital del frío»(Marga Merino) o de la socarronería popular, que cuando habla de su ciudad afirma que «sólo hay dos estaciones:El invierno y la del tren».
Ahora, por suerte, ya son tres, si contamos con la del AVE. Para algo nos tenía que servir el progreso, cambio climático mediante.