Cristiano Ronaldo —y los que en sus paraísos habitan— ponen cara de asco cuando llega al vestuario y no está su foto a tamaño natural, no hay baño y masaje, oro y mirra, y siete empleados que recogen las botellas que tiran con gesto de desdén a la banda.
Y cada día llevan a entrenar un coche diferente y de puro lujo.
¿Hablar con ellos? ¿Quién te crees que eres? Espera a que ellos tengan ganas de decirte unas deseadas palabras, pensadas durante meses, para que compruebes que mereció la pena la espera: «El fútbol es así».
«Todos, todos, hablan igual, salvo Valdano... es natural».
Y como la tontería se pega mucho más que la sabiduría pues te llegas a encontrar que para hacerle una entrevista a un futbolista de Tercera (con otro nombre) tienes que hacer más trámites que para beber agua en el río sin permiso de Confederación.
Y al lado. A veinte metros. En la misma ciudad, están jugando la Champions otros deportistas que no necesitan espejos en el vestuario, que hablan con todo el mundo, contigo si les esperas a la salida del partido o del entrenamiento, que nunca te dirán que «el balonmano es así», que les sirven para su juego viejos y gastados balones, llenos de pega, metidos en una bolsa que pide auxilio, con unos jugadores que son leyendas vivas de este juego...
Tengo para mí que la tontería es nuestra.
Y cada día llevan a entrenar un coche diferente y de puro lujo.
¿Hablar con ellos? ¿Quién te crees que eres? Espera a que ellos tengan ganas de decirte unas deseadas palabras, pensadas durante meses, para que compruebes que mereció la pena la espera: «El fútbol es así».
«Todos, todos, hablan igual, salvo Valdano... es natural».
Y como la tontería se pega mucho más que la sabiduría pues te llegas a encontrar que para hacerle una entrevista a un futbolista de Tercera (con otro nombre) tienes que hacer más trámites que para beber agua en el río sin permiso de Confederación.
Y al lado. A veinte metros. En la misma ciudad, están jugando la Champions otros deportistas que no necesitan espejos en el vestuario, que hablan con todo el mundo, contigo si les esperas a la salida del partido o del entrenamiento, que nunca te dirán que «el balonmano es así», que les sirven para su juego viejos y gastados balones, llenos de pega, metidos en una bolsa que pide auxilio, con unos jugadores que son leyendas vivas de este juego...
Tengo para mí que la tontería es nuestra.