Da de comer o pon un mastín

22 de Septiembre de 2016
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Dicen los expertos que hay dos secretos para que una feria triunfe:dar algo de comer gratis, (bueno, se cobra el plato) y un concurso de mastines. Nunca falla, todos hablan bien y vuelven.

No me preguntes a qué se debe, qué tienen los mastines que su amistad procuras, pero no lo puedo dejar aquí que todavía queda mucho blanco para llegar al final.

Acudiendo a los filósofos de referencia, teóricos a la hora del vino y tajantes y hasta exuberantes a la de los cubalibres nocturnos, la idea más aceptada es la necesidad que todo ser humano tiene de ver de cerca, aunque sólo sea un par de veces al año, a alguien noble, bueno, fiel a su dueño y compañero de aventuras, honrado... Dice de él aquella vieja enciclopedia de Planeta que mi madre le compró a uno de sus vendedores, al fin le doy utilidad, que el mastín es «un perro grande, elegante, fuerte. En general manso y afectuoso, es muy leal y devoto de sus amos. Es especialmente adecuado para los niños, por quienes siente especial atracción». ¡Cómo para no ir a verlo de cerca!, comparado con los que salen en las tertulias de Sálvame.

Y encima en su caso sí es cierto que «sin el leonés no hubiera mastín...».

No es extraño que le pongan bufanda para que no se resfríe y le dejen una silla por si al señor le apetece sentarse un rato.